Capítulo 4: Tierra trágame y escúpeme fuera de Latinoamérica.

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Los días siempre suelen ser muy largos y tardíos para mí, es como una especie de condena que recibo, de vivir todo de una forma mucho más certera que otros, donde hasta el más mínimo detalle, comentario o sensación cuenta y puede convertirse en al...

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Los días siempre suelen ser muy largos y tardíos para mí, es como una especie de condena que recibo, de vivir todo de una forma mucho más certera que otros, donde hasta el más mínimo detalle, comentario o sensación cuenta y puede convertirse en algo perdurable. Lo único positivo de que el día pase tan lento, es que la hora de regresar a casa tardaba aún más.

Por suerte me libraba de mi suplicio.

Como me di cuenta que el chico nuevo se veía un poco incómodo por todo, decidí invitarlo a acompañarme, la verdad es que, cuando lo conocí la semana pasada mientras trataron de robarle no lucía así, él estaba mucho más confiado y seguro de las cosas que hacía, pero ahora es todo lo contrario. Sería muy deprimente verlo completamente solo cuando otros, por obvias razones, ya se han jerarquizado en grupos. Así que sí, era momento de sacar a relucir mi amabilidad.

En cuestión de horas pude darme cuenta que él era una persona de pocas palabras, observaba con atención a su alrededor, como si no quisiese perder de vista hasta el más mínimo detalle de las cosas. Quizás era porque quería memorizar la estructura del colegio, pero más allá de eso, pude también notar, y de forma más atenta, la delgadez de su cuerpo, a pesar de que es impresionantemente alto, en comparación al resto, su contextura fina y delgada es lo que resalta más de él además de sus facciones, las cuales, son distintas a las personas de aquí.
Si no nos hubiésemos conocido la semana anterior, es muy seguro que en este momento estaría pensando que es de procedencia china o algo por el estilo.

Hermosos esquemas sociales que he heredado de mis padres —nótese el sarcasmo —.

Los rasgos de su rostro son finos, con la nariz un poco respingada, cejas pobladas, labios ligeramente gruesos y el cabello negro lacio un poco largo, tanto así, que cubría parte de su frente. Su tono de piel es claro, así que, es muy fácil ver alguna marca o seña, por lo que, sus ojeras eran muy visibles, siendo acompañadas con el café oscuro de sus ojos.

Me quedé embelesado observándolo hasta que él me miró fijamente con curiosidad.

— ¿Qué es lo que habitualmente haces? —su acento al hablar era muy marcado, pero le daba cierto atractivo que me resultó inexplicable.

Parpadeé un par de veces antes de responderle.

— ¿Tienes hambre?

Él asintió levemente con la cabeza sin dejar de mirarme.

—No como mucho, pero quizás pueda probar algo —agregó.

—Está bien, aunque la comida de aquí no sea la mejor, puedo recomendarte algo —le dije con seguridad.

Él asintió de nuevo y ambos nos quedamos en completo silencio. Tal vez estoy acostumbrado a hablar mucho con las personas o a escuchar ruido, así que, creo que son razones por las que siento que me da un poco de inquietud el silencio formado entre ambos.

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