Capítulo 8: Tan cerca que se puede malinterpretar

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Todo a mi alrededor era realmente extraño, me hacía sentir como un bicho raro, alguien que es incapaz de encajar entre la pequeña comunidad presente.

¿No les pasa que, a pesar de estar en un lugar completamente lleno de personas, se sienten realmente solos?

Cortos recuerdos empezaron a invadir mi mente, fragmentos de momentos que no había decidido olvidar —muy pocos para ser certero —, y en estos, siempre estaba presente mi mejor amigo. Cuando vivía en Corea, éramos inseparables, nos conocemos muy bien y, sobre todo, nos comprendemos. Quizás por eso, cuando vivía allá nunca me sentí tan abandonado o extraño. Sé que aquí tengo amigos, pero es una sensación distinta.

No soporté más de veinte minutos sentado en soledad, algunas personas me miraban extrañadas, como si estuviesen juzgándome, lo que incrementó el sentimiento ansioso que estaba presente en mí. Como no logré visualizar a Ágatha entre la multitud danzante, decidí ponerme de pie para poder terminar con el martirio que estaba enfrentando.
Me resultó un poco difícil movilizarme en el lugar, debido a la cantidad exagerada de personas que habían a mis alrededores, literalmente, algunos estaban de pie porque ya no quedaban lugares para sentarse, lo que, obstaculizaba mucho el paso. Hacía demasiado calor y se podía percibir una extraña aura de pesadez junto al olor del tabaco y otras sustancias que no me atrevo a mencionar, que estaban siendo consumidas.

El lugar daba vueltas debido a las luces led que estaban encendidas, pero, después de un rato logré encontrar la salida y respirar con normalidad.

Era obvio que no bajaría, así que, opté por subir unas escaleras que estaban a un lado. Tomé un poco de aire y después de unos segundos lo expulsé, moví mi cabello hacia un lado porque estaba tapando mi vista y después de un rato más, decidí subir las escaleras.
Lo hice a paso lento, por lo tanto, tardé un rato hasta poder visualizar una llamativa puerta roja que abrí rápidamente. De esa forma, pude darme cuenta que había llegado a lo que parecía ser la terraza del lugar, el fresco viento chocó contra mi piel y movió mi cabello, caminé unos pasos entrando al lugar, cerrando la puerta a mis espaldas.

Había una vista clara de la ciudad entera, distintas luces de las edificaciones de los alrededores lograban darle un aspecto agradable al panorama, al igual que la luz impartida por la luna y las numerosas estrellas que decoraban el cielo despejado.
El ambiente era tan fresco que, por alguna razón inexplicable, me hizo sentir limpio.

Observé el área inspeccionándola, dándome cuenta que estaba totalmente despejada. Decidí acercarme a uno de los barandales que rodeaban la zona, para asomarme, repentinamente todo se tornó muy tranquilo y agradable, hasta que noté la presencia de alguien más.

Se trataba de una reconocida figura masculina. Benjamín se acercó a mí hasta posicionarse a mi lado, sin embargo, pude darme cuenta de algo inusual. Entre los dedos de su mano derecha, tenía un cigarrillo encendido, lo que significaba que estaba fumando.

Fue una gran sorpresa para mí.

— ¿Tú fumas? —la pregunta que hice fue muy estúpida y obvia, pero algo en mi interior me obligó a hacerla.

Él llevó el cigarrillo a sus labios, con lentitud, para poner ingerir el humo y luego expulsarlo. Bajó su mano poniéndola sobre el barandal y asintió.

—Sí, ¿Quieres? —ofreció mirándome, rápidamente me negué.

Lo miré con curiosidad, no sabía que él hacía algo así, sobre todo, con la edad que tiene, es algo prácticamente ilegal.

No sé cuánto tiempo me mantuve observándolo fijamente, logré reaccionar debido a que él pasó su mano cerca de mi rostro.

—Qué mierda de fiesta —dijo, sacándome de mi ensimismamiento. Le dio una calada al cigarrillo —. Fue demasiado extraño que Ágatha nos haya avisado a última hora, era obvio que tenía planeado reunirse con esas chicas.

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