TERMINADA ✔️ [Borrador]
Ha-neul siempre ha creído que las cosas deben seguir un orden estricto y establecido, que debe continuarse al pie de la letra todo lo planificado. Por lo que, se vio en una situación muy turbulenta y molesta cuando tuvo que d...
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El trayecto hacia mi hogar, fue mucho más prolongado de lo que esperé. Por alguna extraña razón, las calles y avenidas estaban más transitadas de lo usual, para una hora como esta, tanto así, que el trayecto duró más de quince minutos, cuando normalmente no dura ni la tercera parte de ese periodo de tiempo. Únicamente había decidido viajar en taxi por la insistencia de Ha-neul, el trayecto era realmente corto y, como puede ser obvio, sería muy estúpido pagar por un viaje tan corto.
No sé cómo sentirme al respecto, me he dado cuenta que él se preocupa por mí, lo cual, es muy raro porque nadie nunca lo ha hecho de verdad.
Salí de mis pensamientos cuando el taxi se detuvo frente a mi casa, pagué la tarifa con el dinero que Ha-neul me había dado y bajé del auto. Me dirigí rápidamente hacia la puerta para poder sacar mis llaves y abrirla, no obstante, apenas entré me encontré a mi padre con su celular mientras tenía el ceño fruncido.
¿Me estaba esperando?
— ¿Dónde carajos estabas metido? —no me saludó, tampoco me dio una bienvenida y mucho menos preguntó sobre mi día, algo que normalmente un padre haría. Su gélida voz penetró mis oídos y aceleró los latidos de mi corazón, preparándome mentalmente para recibir un montón de insultos —. ¿Por qué no contestabas el puto celular?
Parpadeé lentamente mientras posaba mi mirada sobre la suya. Tardé unos segundos en recordar que había puesto mi celular en modo silencio mientras patinaba para no tener distracciones y, hasta ahora no le había vuelto a activar el sonido.
Qué despistado.
—Estaba en el parque de patinaje —respondí después unos segundos y levanté levemente mi skate, enseñándoselo.
Papá enarcó sus cejas apenas terminé de hablar y desvió la mirada hacia el skate, él dudó un par de segundos, pero después decidió quitármela con brusquedad, estremeciendo mi cuerpo.
—Toda la maldita tarde te la pasas metido en ese lugar, como si no tuvieras una casa —elevó su tono de voz, reprochándome —. ¿Acaso ya eres uno de los drogadictos que siempre van a ese parque?
En la ciudad existe un terrible estereotipo que afirma que todos aquellos que practican skateboarding o que se reúnen a practicar cualquier otro ejercicio, en la pista, son drogadictos o vendedores de drogas. Es tan jodidamente frustrante porque somos como una especie de clase social muy criticada por el entorno.
—Desde que empezaste a comprar esas pendejadas supe que algo andaba mal contigo, por Dios, Benjamín, ¿No te cansas de hacerme quedar mal? —añadió —. ¿Crees que puedo sostener la carga de tener un hijo adicto a las drogas? ¡No, mierda! ¿Acaso no es suficiente con la vergüenza que me haces pasar en el colegio por lo vago e inútil que eres?
