Capítulo 22: Logros insignificantes

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Desde que tengo uso de razón me han gustado los deportes, es más, los pocos recuerdos felices que tengo de mi infancia están muy relacionados al tema

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Desde que tengo uso de razón me han gustado los deportes, es más, los pocos recuerdos felices que tengo de mi infancia están muy relacionados al tema. Cuando descubrí que era bueno para el atletismo, por primera vez en mi vida llegué a sentirme útil y especial, es decir, podía destacar en algo y el simple hecho de saberlo, solía hacerme muy feliz.

Correr es una actividad que ha sido de mucha ayuda en mi vida, pues es uno de los pocos métodos existentes, que me permite sentirme relajado y en paz, genera en mi interior una indescriptible sensación de comodidad que quisiera que durara para toda la eternidad. Me hace sentir como en las nubes...

La adrenalina que experimento con cada competencia en la que participo, es difícil de explicar y, a la misma vez siento que el mundo es solo para mí, el tiempo pasa más lento de lo normal para que pueda disfrutar al máximo la experiencia, pero lo que más destaco de todo es el hecho de que las personas se dan cuenta de que una persona como yo, sí es capaz de hacer algo, todos se preocupan por mí, me felicitan, me observan, hay unos incluso que me admiran y, sobre todo, se preocupan por mí, es la clase de atención que he necesitado durante toda mi vida. Siempre quise ser el orgullo de algo, o más bien, de alguien y no lo he podido conseguir, sin embargo, correr me hace dar cuenta que en muchas ocasiones la percepción que tengo sobre mí es errónea, porque valgo la pena y no soy ningún tipo de inútil, así como pinta mi padre.

Siempre he creído que los deportes son como una actividad terapéutica que hace que las personas se sientan bien, aunque sea solo por un par de horas. Aún recuerdo que el último psiquiatra al que vi, me recomendó realizar actividad física además de tomar los medicamentos, él dijo que de esa manera genero los niveles suficientes de serototina, para regular mi estado de ánimo.

Salí de la línea de inicio hace más de diez minutos, con un trote lento. Me di cuenta que el resto de competidores salió con rapidez, usando hasta el último ápice de energía existente dentro de sus organismos.

¡Qué mala técnica!

Gracias a mi experiencia, sé que aquello puede hacernos cansar mucho más rápido y fácil de lo normal, cuando se supone que debemos resistir hasta llegar a la meta, con el pasar del tiempo había logrado comprender que para tener un buen desempeño debo ir aumentando mi velocidad progresivamente. Como mencioné antes, debido a la velocidad que muchos habían empleado, llevaron ventaja sobre mí, sin embargo, mientras pasaban los minutos mi técnica logró ser de gran ayuda, pues guardé mi energía y fuerza para el tramo final de la carrera. Mientras aumentaba la velocidad, sobrepasé a un par de personas, la mayoría de competidores eran personas de otros colegios de la ciudad y cada quien portaba el respectivo uniforme deportivo de la institución a la que representaba, además de llevar un sticker que se encargaba de marcar el número de participante que cada quien era.

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