2. Tenemos que hablar

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Cuando él se incorporó y se sentó en la cama, giró su cabeza hacia mí. Para ese momento yo ya ya había desviado la mirada hacia abajo y mi cabeza se hundía entre mis hombros.

- Mierda! - lo escucho decir en un tono muy golpeado y mi corazón comenzó a temblar -

Tampoco me atreví a mirarlo en ese momento. Conozco sus caras de furia porque no hay una sola clase en que al menos no la haga una vez. No sé de qué color estaba mi rostro, pero sentía que hasta mis orejas ardían de la vergüenza. Mientras tanto, mis manos seguían luchando con las sábanas para cubrirme más y más; si no hubiesen estado tan tirantes, me hubiera tapado hasta el rostro.

Él sale de la cama y siento el sonido rasposo de la ropa. Seguramente se está vistiendo. Al cabo de unos segundos comienza a hablar nuevamente. Miré de reojo y afortunadamente no me estaba viendo, estaba parado en dirección al ventanal , dándome la espalda.

- Me iré a dar una ducha al baño del primer piso, tú puedes utilizar el que está en la habitación -decía mientras frotaba sus sienes con el dedo índice y el pulgar de una de sus manos- . Cuando estés lista, baja. Tenemos que hablar.

Quise decir "sí" o "está bien", pero a pesar de que sabía que él no me estaba mirando, solo asentí, porque no pude articular palabra alguna.

Cuando salió de la habitación y escuché que bajó las escaleras, me puse de pie rápidamente, pretendía ir a tomar una ducha express para bajar lo antes posible, quería irme cuanto antes. Sin embargo, mis piernas flaquearon y caí sentada en la cama. Ante esa leve caída, sentí un dolor en mi parte baja y entonces mi cuerpo instintiva y automáticamente saltó y me volví a poner de pie. Me apoyé en la cama por un momento y comencé a caminar lentamente recogiendo la ropa que estaba esparcida en un pequeño espacio de esa inmensa habitación. Estaban mi vestido, tacones, brasier, pero no encontraba mis bragas -maldita sea!- Entonces se me ocurre lanzar las sábanas hacia atrás para ver si estaban metidas en medio de la cama y Santo Dios!. Vino a mi cabeza el recuerdo de la primera vez que tuve mi periodo: estaba en el internado, esa mañana me desperté asustada pensando que con 13 años me había orinado. Salté de la cama y al tirar las mantas hacia atrás, vi una enorme mancha de sangre. Comencé a gritar y a llorar asustada, entonces llegaron las hermanas y me tranquilizaron, dijeron que solo era mi periodo. Una de ellas me pasó toallas sanitarias y la otra sacó las sábanas para lavarlas. Ese recuerdo estuvo hasta el último día en que viví allí, ya que la mancha se traspasó al colchón y como no nos podíamos dar el lujo de comprar otro, recién lo cambiaron una vez que me fui... - Dios santo - si hasta antes de buscar mis bragas en ese lugar - que por lo demás, sí se encontraban allí- ya me sentía avergonzada, ahora quería cavar un hoyo y enterrarme. Miré mi parte inferior y también habían rastros de sangre en mi entrepierna. Ya no había tiempo de tomar una ducha, así que fui al baño y me limpié como pude. Luego me vestí y antes de salir de la habitación, puse el cubrecama para tapar la vergonzosa escena -lo lamento, señor Duncan - pensé pudorosa. Entonces me dirigí al primer piso.

Mientras bajaba por las escaleras, escuchaba sonido de loza y cuando por fin pude ver la escena, estaba Noah Duncan prácticamente arrojando platos y copas al fregadero. Tirando botellas al tacho de la basura -debería reciclar, pensé-

Cuando se percató de mi presencia, su cuerpo se tensó y dejó de hacer lo que hasta hace un momento. Se cruzó de brazos y apoyó su cuerpo en el mesón de la cocina. Su mirada desprendía enojo y vergüenza.

Él no decía nada y yo tenía muchas preguntas. Hasta ese momento no recordaba muy bien cómo habíamos terminado de esa manera. Así que tomé aire y me armé de valentía para hablar...

- Señor Duncan, yo...

- Já! - escuché una carcajada irónica y levanté la cabeza para dirigir mi vista hacia él. Hasta ese momento, no me había atrevido a mirarlo de frente - Dígame solo Noah, señorita Smith -dijo dando un suspiro como si estuviese fastidiado mientras entrecerraba los ojos y frotaba nuevamente sus sienes con su pulgar e índice-

Fruto del DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora