Fruto del Deseo

28. Confirmación

Me paré lentamente de la camilla y respiré hondo. Tomé mis cosas y me levanté para irme. La enfermera se giró de su escritorio e hice un gesto de despedida con la mano. Miré el reloj y vi que estuve allí prácticamente una hora. No tenía ninguna intención de ver a Duncan, así que decidí ir a la biblioteca para esperar, hacer la hora y matar el tiempo hasta que comenzara la siguiente clase.

Tendría que cancelar lo programado con Milo, ya que en cuanto saliera de la universidad pretendía dirigirme a una farmacia y comprar la prueba. Camino a la biblioteca choqué con alguien; me disculpé enseguida ya que obviamente yo estaba muy distraída. No tuve una grata sorpresa al ver una cabellera pelirroja que me miraba con disgusto. Claro que la conocía, era la compañera de Milo; la conocía también desde la infancia ya que sus familias son cercanas.

Desde que tengo uso de razón Lía Ivanova ha estado enamorada de Milo; desde que tengo uso de razón se ha dedicado a perseguirlo al grado de entrar a estudiar lo mismo que él; desde que tengo uso de razón se ha dedicado a molestarme, jugarme bromas pesadas y hacer comentarios poco amistosos sobre mi persona. Lo único que puedo pensar: esto era lo que me faltaba

- Te ves terrible -lanzó sarcástica- Qué tienes? Haciéndote la enferma para llamar la atención de Milo?

- Ahora no Lía -me hice a un lado para seguir caminando, pero ella tomó mi brazo y yo reaccioné como nunca- No me toques, quieres!?

Se quedó pasmada ya que siempre había decidido ignorarla. Era Milo el que respondía por mí, pero sinceramente, me daba igual lo que ella hiciese o dijese, ya que jamás la consideré importante

- Lo sabía!! -gritó- por fin muestras tu verdadera cara, mosquita muerta!

Rodé mis ojos e intenté procesar por qué justo me estaba pasando esto a mí. Fue entonces cuando recordé que Julieta nos comentó a Milo y a mí que Lía se había unido hace poco al comité organizador, sí, el mismo del cual Julieta era la presidenta. Nos preguntó si acaso nos molestaba y ambos nos echamos a reír. Le tomé tan poca importancia que hasta ahora no lo había asimilado. Sin ánimo de discutir, intenté mantener la compostura

- Esta bien Lía, como digas -dije con un suspiro-

Seguí mi camino hacia la biblioteca mientras Lía me gritaba un montón de cosas a las que decidí no prestarle atención, después de todo, tenía cosas mucho más importantes en las que debía pensar.

La biblioteca, mi biblioteca; llegar a ese lugar me daba un poco de paz. Había un espacio un tanto escondido, una especie de punto ciego que no se veía gracias a la manera en la que estaban dispuestos los estantes y repisas, por lo tanto, era como mi propio refugio y lugar secreto. Le envié un mensaje a Milo pidiendo disculpas y excusándome por no poder juntarme hoy con él, apelando a que después le contaría. Al mismo tiempo, di gracias al cielo de que Julieta amaneciera con síndrome pre menstrual y decidiera faltar a la universidad; un problema menos, una explicación menos, una preocupación menos. Miré la hora y todavía faltaban 30 minutos para la siguiente clase.

Puse mi celular en modo avión, ya que era bastante probable que Milo se preocupara y me llamara para preguntar si todo estaba bien; no quería hablar con nadie, así que simplemente dejé caer mi cuerpo. Me acomodé en la mesita reposando mi cabeza entre mis brazos y pensando en todo lo que debía hacer. Mis ojos se sintieron pesados de pronto y a pesar de toda la angustia que traía encima, me quedé profundamente dormida

Despierto muerta de frío. Al parecer habían cortado la calefacción y me asusté al abrir los ojos y ver todo completamente oscuro. Miro la hora y Santo Dios! Son las seis con treinta de la tarde. Me paré con velocidad al comprobar que quedaba muy poca gente en la biblioteca y, con seguridad diría que en las instalaciones de la universidad.