Capítulo 44

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Dasha

Una semana había pasado desde mi intento de fuga. El idiota de Damien había pedido refuerzos incluso antes de que intentara escaparme, y para colmo en el barco en el que había intentado huir habían venido muchos más agentes. Los cuales sustituían a los que había matado...

La rabia y la ira habían vuelto a aflorar en mi interior al no haber podido salirme con la mía, todo lo que había planeado había quedado en nada, pero aún así no pensaba darme por vencida.

Estaba dispuesta a ir por todo, incluso si eso implicaba llevarme a personas por delante.

Estaba harta de ser controlada, de no poder planear mi vida y había decidido que eso se había acabado.

Me tenían más vigilada que antes y habían reforzado la seguridad. Lo que había pasado de semana había estado fingiendo estar sosegada y reprimiendo mis ganas de salir para hacer creer a Damien que me había dado por vencida y que no lo volvería a intentar.

Había estado fingiendo buen humor aunque por dentro estuviese en llamas.

En aquellos momentos la paciencia y las mentiras eran mis mejores aliadas. Mi fallo había sido la avaricia e impaciencia por querer salir, el hecho de que Damien fuese un exagente de la Spetsnaz suponía que estaba entrenado para afrontar una situación así perfectamente. Otro fallo habían sido también los sentimientos, debilidad que había estado intentando combatir inútilmente.

Aunque esta vez no dejaría que volviera a pasar.

Había estado con los sentidos puestos en todos lados.

Observando con cautela me había dado cuenta que de vez en cuando, cuidando de que no estuviese atenta, Damien se metía en el baño y cerraba la puerta con cerrojo.

Había escuchado y detectado como parecía hablar, así que la hipótesis de que había tenido un teléfono escondido todo ese tiempo se hizo vigente.

Era sábado por la noche.

Aprovechando que Damien hacía la cena en la cocina me metí en el baño y comencé a buscar por todos lados.

Detrás del espejo, en el váter, la bañera, el lavabo...

Nada.

Me tumbé en el suelo y golpeé entre las baldosas en busca de alguna hueca.

Di varios golpes hasta que escuché como cambiaba el sonido de una de ellas.

—Bingo.

Hundi las uñas y con mucho esfuerzo pude levantarla.

Una sensación de alivio me recorrió todo el cuerpo al ver que, en efecto, un teléfono satelital estaba en el hueco de la baldosa.

Sin esperar un segundo más lo cogí antes de que Damien comenzase a llamarme y marqué el número de Yashira.

Tres pitidos y contestó.

—Yashira—dije entre susurros cuidando de que Damien no me oyera—. Tienes que ayudarme.

Le expliqué todo lo que había ocurrido el jueves por la mañana, como había luchado con todas mis fuerzas para que finalmente fuesen en vano.

—Estoy en Rusia, como te dije—respondió—. No creo que pueda quedarme mucho, pues mi padre comenzará a hacer preguntas sobre mi larga estancia. ¿Cómo quieres que te ayude?

—Mándame un barco.

Me estaba comprometiendo mucho, demasiado, al pedir tanto, pero estaba dispuesta a correr tal riesgo con tal de salir y volver a ser libre.

La Rusalka RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora