DashaMientras llegábamos iba distraída mirando las gotas de lluvia que habían quedado pegadas en la ventana del coche, en algún momento cambiarían, acabarían convirtiéndose en vapor, pero nunca desaparecerían.
Aquella noche había llovido mucho, las calles comenzaban a inundarse lentamente y los coches pasaban levantando y removiendo el agua.
—Señorita Vólkova, hemos llegado—me dijo el chófer a través del retrovisor. Había aparcado justo enfrente de la entrada del club que se hacía pasar por un hotel normal y corriente. Bajé del coche e inmediatamente el petricor que había dejado la tormenta se adentró por mis fosas nasales obligándome a cerrar los ojos e inspirar más fuerte para disfrutar del olor. Mis tacones dejaron entrar el agua que había por las calles haciendo que mis pies se congelaran, caminé hacia la entrada y antes de pasar me sequé en la alfombra roja de la puerta.
En el vestíbulo un chico joven vestido de traje me dio la bienvenida.
—¿Qué desea?—preguntó educadamente. Apoyé mis codos en el mostrador que nos separaba y mirándolo dije la palabra en clave—. Marea negra.
Ese era el nombre del club oculto, era el lugar perfecto para que cualquier ricachón pudiera cerrar sus negocios o tratar sus asuntos sin ser descubierto.
—Acompáñeme.
Al decir aquellas palabras su cara quedó en un semblante completamente serio, lo seguí hasta uno de los ascensores donde tras apretar el botón, meternos y esperar a que las puertas se cerraran sacó una llave que colocó en un hueco de la pared trasera, después la giró y nos comenzamos a mover. Unos segundos después las puertas se abrieron dejándonos en un lugar iluminado por una tenue luz roja.
Llegamos hasta otro mostrador donde se encontraba una chica que parecía ser una modelo, era rubia, alta y muy delgada. El chico que me había acompañado le susurró algo en el oído, entonces ella se dirigió a mí.
—Debemos registrarte.—Asentí y la seguí detrás del mostrador hasta una sala con una cámara y varios ordenadores de última generación—. Colócate delante de la pared y quítate el abrigo.
Hice lo que me dijo, al quitarme el abrigo mi cuerpo quedó al descubierto dejando ver la lencería de cuero que me había puesto para esa noche. La chica me miró de arriba abajo con un tono de envidia en los ojos y procedió a hacerme las fotos.
—Nombre—me dijo mientras escribía en el ordenador. En esos lugares, al tener una clientela tan importante debían registrar a cualquier persona que entrara, por el simple hecho de tener tranquilos a los clientes , que iban allí precisamente para que nadie los descubriera y si las cosas se torcían guardaban la información para poder chantajearlos.
—Dasha Vólkova.—Levantó la mirada del ordenador para dirigirla a mí con cara de sorpresa, mantuve mi mirada seria deseando que terminase de una vez. Cualquier persona que estuviese metida en ese mundo me conocía o había oído hablar de mí, ya fuera porque era hija de mi padre o porque mi mote se había extendido por todo el país.
—Acompáñame—dijo la chica tras haber terminado con el proceso.
La seguí por un largo pasillo hasta entrar en un salón gigantesco con una barra en la que detrás había todo tipo de bebidas alcohólicas y varios camareros moviéndose de un lado a otro, el resto del salón estaba lleno de elegantes sofás y sillas alrededor de mesas. Con la ropa que llevaba puesta podía pasar completamente desapercibida, en aquel lugar todos iban así, los hombres llevaban únicamente pantalones o calzoncillos de marca y las mujeres vestían lencería muy fina que apenas dejaba lugar a la imaginación. Mi traje estaba formado por un simple sujetador de cuero negro que se unía con dos ligeras tiras a mis bragas, me había puesto unas medias negras de rejilla que no sobrepasaban mis rodillas y unas botas con tacones de aguja. Mi pelo estaba suelto llegándome por los pechos y me había pintado los labios de rojo mate.
ESTÁS LEYENDO
La Rusalka Roja
ActieMi nombre es Dasha, Dasha Vólkova aunque todos me conocen como la Rusalka roja. En Rusia una rusalka es una ninfa de doble existencia, acuática y forestal, que cuando ve a un hombre lo hechiza con su dulce voz y lo lleva al fondo del lago hasta ahog...