Capítulo 3

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Dasha

Había pasado una semana desde que me dispararon. Me había quedado encerrada en casa por obligación de mi padre, apenas había visto a Damien que entraba y salía de su despacho y presenciaba la cena casi sin decir palabra. Era obvio que cuando los dos estábamos juntos en una misma sala el ambiente se ponía tenso...

Mi padre nos había citado a los dos en su despacho con la intención de hablarnos de próximas negociaciones. Crucé el pasillo de casa que estaba decorado con numerosas fotos y réplicas de armas y tras tocar la puerta pasé.

Damien ya estaba allí sentado en una de las sillas enfrente de mi padre, se me quedó mirando mientras entraba y me sentaba en la silla de su derecha.

El despacho era muy grande, una mesa larga lo ocupaba principalmente, en la pared de la puerta tenía colocadas grandes estanterías llenas de libros, había una televisión de setenta y cinco pulgadas y la habitación era iluminado por las grandes ventanas que daban directamente al jardín.

—Bien—dijo mi padre cogiendo el mando de la tele y encendiéndola—. Ahora que ya estamos todos podemos comenzar.

Nos pasó una carpeta llena de papeles a cada uno.

—Nuestro próximo cliente es Igor Ivanov.—Apretó a un botón y una foto suya apareció en la pantalla del televisor, era un señor de mediana edad, moreno, con rasgos duros en el rostro y una llamativa cicatriz en la mejilla derecha—. Es la mano derecha del presidente, digamos que se dedica a los temas secretos del estado.

Abrí mi carpeta. Igor Ivanov era uno de los principales jefes del mercado negro, no tan grande como mi padre pero movía muchos hilos importantes para el funcionamiento de este. Trabajaba en las operaciones secretas del gobierno, y cuando digo secretas me refiero a ilegales: experimentos con personas, posibles ataques entre países, fabricación de armas nucleares, etc.

—Su encargo son cincuenta kilogramos de Uranio 235, el único isótopo presente en la naturaleza con capacidad para provocar una reacción en cadena de fisión nuclear, es decir, el más potente para construir armas nucleares.—Mi padre pasó de diapositiva a una foto del teatro Mariinski en San Petesburgo—. Quedaréis con él en el teatro Mariinski dentro de dos semanas, debéis presenciar la actuación con él a la vez que negociáis. Después de la obra firmáis el contrato y os vais, no quiero ningún incidente como el último.

Damien y yo asentimos.

—Ya que vais a trabajar juntos os quiero cada día de las próximas semanas entrenando y retocando la estrategia que utilizaremos para cerrar el contrato, debéis conoceros hasta el punto de saber que es lo que está pensado el otro.

Intercambiamos miradas silenciosas, a ninguno nos hacía gracia aquello.

—Papá, tengo que hablar contigo.—Miré a Damien—. A solas.—Hice ahínco en esas dos últimas palabras.

Mi padre asintió con la cabeza y Damien salió del despacho.

—Papá—dije con tranquilidad—. Lo que pasó... Es algo normal, no puedes ir poniéndome una "niñera" cada vez que me disparen, es un riesgo que acepté correr. Viste como sola me pude defender ante tantas personas, soy completamente capaz de seguir haciéndolo.

—Dasha.—Suspiró—. No puedo permitir que te pase nada, una de las claves de este negocio eres tú, tu capacidad de negociación, tus encantos... Eso atrae en parte a los clientes, y si tu madre se llega a enterar de que algo te ha pasado... Sabes que no lo aguantaría.—Me cogió de las manos—. Dale una oportunidad a Damien, es el mejor en operaciones secretas y lucha cuerpo a cuerpo, ambos podréis aprender de cada uno, es lo único que te pido.

La Rusalka RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora