DamienLa esperé en la esquina que daba a los baños y cuando supe que estaba cerca la atrapé y la llevé a un hueco en el que apenas había luz. La acorralé con mi cuerpo y rodeé su cintura haciendo fuerza para que no se moviera.
—¿Me estabas siguiendo?—le pregunté. Junté mi rostro con el suyo para notar lo acelerada que estaba su respiración en ese momento.
—No eres el centro del mundo.—Puso los ojos en blanco para intentar restarle importancia a la situación, pero sentía como su pulso iba a cien y su cuerpo se tensaba ante mi agarre.
—Del tuyo sí, al parecer.—La miré directamente a los ojos.
—Suéltame.
Su voz cambió a un tono más duro, como siempre hacía cuando la tenía bajo mi control. Sus suaves manos bajaron hasta donde tenía las mías intentando librarse de mi agarre, hice más fuerza ignorando el tener su piel sobre la mía.
Noté como su pierna se movía y antes de que pudiera hacer algún movimiento la aprisioné con mi rodilla.—Eres predecible—le dije casi en un susurro.
Soltó un quejido de molestia y se removió debajo de mí.
Ambos nos habíamos estado retando en el salón, ella había estado intentado ponerme celoso o algo por el estilo porque ni siquiera yo sabía que era lo que teníamos, y aunque no me hizo mucha gracia le seguí el juego.
Entre nosotros había surgido algo desde el primer momento, nuestros sentimientos pasaban del odio al deseo en apenas segundos. Se me había hecho muy difícil controlarme ante su presencia, esa chica podía con mi autocontrol y lo había derrotado en contadas ocasiones, cosa que nadie había conseguido.Conforme más tiempo pasábamos juntos más difícil se me hacía no tocarla, por eso disfrazaba esos sentimientos con odio, a parte de que enfadarla era la única manera que tenía de poder sentirla.
Me lanzó una mirada llena de molestia con esos hermosos ojos color miel que habían podido conmigo en el bosque.
—Que quieres, Damien.
«A ti».
—Que dejes de comportarte de forma tan ridícula, pareces una niña.
Su rostro cambió por un momento al remordimiento, pero el odio volvió a sus ojos. No me gustó verla así porque tras pronunciar esas palabras fue la primera vez que pude ver que el odio era real.
—Deja de entrometerte en mi vida.
Solté una carcajada.
—Tu vida es mi trabajo.—Frunció el ceño confundida, aunque después pareció entenderlo.
No podía no entrometerme en su vida porque su vida era su trabajo, no había otra cosa más, todo estaba vinculado a ella al igual que comenzaba a estarlo conmigo.—¿Por qué? ¿Por qué estás aquí?
Ya había intentado averiguar la razón por la que me había metido en el negocio, pero le haría falta mucho más para saberlo.
—¿Por qué no?—le contesté, aunque detrás de esas palabras había una historia muy larga y dolorosa.
—Te advierto.—Se puso a la defensiva—. Como intentes quitarme mi puesto o el lado de mi padre nada bueno va a salir de esto.
Así que era por eso, por eso se comportaba así. Siempre estaba a la defensiva y molesta conmigo ¿Pensaba que tenía intención de desbancarla?
—No es de mi interés—le dije indiferente y algo en su expresión pareció relajarse.

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La Rusalka Roja
AcciónMi nombre es Dasha, Dasha Vólkova aunque todos me conocen como la Rusalka roja. En Rusia una rusalka es una ninfa de doble existencia, acuática y forestal, que cuando ve a un hombre lo hechiza con su dulce voz y lo lleva al fondo del lago hasta ahog...