Dasha
Las discusiones habían formado, formaban y formarían parte de nuestra relación. Él no dejaba de insistir con que fuera a terapia y yo no dejaba de negarme a ello. No pensaba hacer aquello, ir a terapia me convertiría en alguien más débil y estaba luchando por volver a reunir todas las piezas que durante meses se habían ido separando. Dejar tus problemas en manos de otros, ver como te escuchan, juzgan, observan y analizan nunca había sido lo mío, yo siempre había ido por mi cuenta.
Si me perdía yo me encontraba, si me rompía yo me arreglaba, no necesitaba ayuda de nadie siempre me había recompuesto por mí misma y esta vez no era una excepción.
Nunca había sido de las que comparten sus problemas, de las que hablan de ello para desahogarse, no, yo siempre había preferido tragármelo, guardarlo en mi interior y aguantarlo. Y seguiría siendo así.
Quizás había sido por la educación que me habían dado, no lo sabía, pero nunca rebelaba mis sentimientos, los sentimientos te hacían endeble.
Y para mi desgracia Damien estaba penetrando en una parte de mí la cual sentía que dejaba de ser dura para volverse suave y cálida, y no podía permitirme aquello.
Habían pasado un par de semanas y el plan con el que había estado ideando mi vuelta cada vez se hacía menos visible. Damien me distraía, cada vez que aparecía delante mía una sensación rara se apoderaba de mi pecho y las ganas de volver a sentirlo hacían que perdiera la cordura.
Él era el fuego y yo el hielo y cuando nos mezclábamos uno de los dos se hacía cada vez más débil.
Quería volver, quería volver a mi antigua vida. Extrañaba la emoción que sentía cuando estaba en medio de una negociación, el poder que sentía al tenerlos doblegados ante mí y la euforia cuando conseguía lo que quería.
Aquella fantasía de tener a Mason delante de mí y vengarme cada vez ganaba más poder. Necesitaba volver, no pensaba seguir más tiempo en aquella isla, y no lo haría.
Salí de la casa, Damien había salido a correr, como cada mañana, pensando que estaba dormida. Aunque en verdad sabía que él sabía que yo salía, los guardaespaldas que me seguían desde la distancia se lo debían de haber comentado, Damien era el jefe al mando por orden de mi padre.
También sabía que lo había dejado pasar, ambos sabíamos que no podía retenerme a su lado todo el día.
Anduve por el pequeño camino de piedra que se abría paso entre las casas, era bastante temprano y ya había algún señor que otro levantado.
Al lado del edificio que tenían como ayuntamiento, allí estaba la única cabina de teléfono presente en toda la isla.
Me dirigí a ella, como llevaba haciendo días atrás, saqué una moneda y marqué el número de teléfono de una de las pocas personas que tenía la esperanza que me pudiera ayudar.
Como siempre unos cuantos pitidos y el teléfono se había vuelto a quedar sin cobertura.
¡¿Por qué cojones tenían una cabina en un sitio en el que nunca había cobertura?!
Volví a intentarlo unas cuantas veces pero nada.
Frustrada me dirigí al pub.
Había acabado haciendo migas con Andrew, dentro de la mentira con la que estaba allí, claro.
Al ser tan temprano apenas acababa de abrir.
—Que pasa, rusa—saludó a la vez que bajaba una silla de las mesas.
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La Rusalka Roja
ActionMi nombre es Dasha, Dasha Vólkova aunque todos me conocen como la Rusalka roja. En Rusia una rusalka es una ninfa de doble existencia, acuática y forestal, que cuando ve a un hombre lo hechiza con su dulce voz y lo lleva al fondo del lago hasta ahog...