Capítulo 14

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Dasha

Me desperté aturdida, una fuerte luz blanca me apuntaba directamente a la cara, todo estaba borroso y apenas podía moverme. Mi cabeza daba vueltas y el lado izquierdo me dolía fuertemente.

«Cálmate».

Me dije a mi misma cuando las imágenes de la noche anterior aparecieron en mi cabeza.

¿Nos habían cogido? ¿Mason nos tenía encerrados?

Me odié por haber sido tan débil y haber caído al suelo cuando un dardo se clavó en mi pierna, me puse en peligro a mí y a Damien, lo último que recordaba era su cara, sus manos sosteniéndome y sus labios gritando mi nombre.

Había sido mi culpa, si nos habían cogido había sido mi culpa.

Después de centrar la vista y darme cuenta de que estaba en una habitación completamente blanca intenté moverme. Mis manos y mis pies estaban encadenados a la cama, una cama blanca y grande que estaba en medio de la habitación, era él único mueble allí dentro. Miré mi cuerpo, llevaba un camisón blanco puesto, no había ni rastro de los tacones o del vestido que había llevado en el teatro.

Me tenía, lo había hecho y ahora me tenía encerrada en esa habitación sin poder moverme y sin saber que era lo que iba a hacer conmigo. 

Quizás no había atrapado a Damien y ahora estaba con mi padre ideando un plan para poder sacarme de allí, o al menos eso era lo que quería pensar, aunque mi mente no podía evitar ponerse en lo peor.

Me di cuenta de que un cristal grande y negro ocupaba casi toda la pared derecha, igual que las salas de interrogatorios de la policía. Mason me podía estar viendo en ese mismo momento, lo peor de todo era que él controlaría y vería todo lo que quisiera de mí, también había cámaras en las cuatro esquinas de la habilitación, no podía hacer nada, pero por suerte tenía algo en lo que él no se podía meter, saber, vigilar o controlar: mi mente.

¿Poca ventaja? Puede ser, lo primero que debía hacer era fijarme bien en donde estaba, en sus movimientos, etc. Así podría idear un plan para escapar.

Después de unos veinte minutos allí atada y pensando en infinidad de cosas las puertas de la habitación se abrieron y él apareció. Llevaba un traje azul marino perfectamente planchado, su pelo estaba un poco desalborotado pero a la vez peinado y su cara se veía reluciente, como si no hubiese pasado por lo de la noche anterior y Damien siquiera le hubiese estampado su puño en la cara.

Eso me hizo pensar: ¿Cuánto tiempo llevaba dormida? ¿Estábamos en Rusia?

Mi cuerpo se llenó de inseguridad y angustia cuando se comenzó a acercar a mí con una sonrisa impecable en la cara, estaba atada, podía hacer cuanto quisiera conmigo porque apenas me podía mover. Apoyó su mano en los pies de la cama.

—¿Qué tal, bella durmiente?—Contuve la rabia que comenzaba a ser cada vez más fuerte y no dejé que cualquiera de las palabras que estuviese a punto de pronunciar me afectasen.

—¿Cuánto tiempo llevo aquí?

—Dos días, el suero que te metimos hizo más efecto en ti.

¿Damien? ¿También estaba allí? ¿Había despertado antes?

Me callé, si preguntaba por él le estaría dando a entender que me importaba y si averiguaba eso tendría más posibilidades de hacerme daño. 

Pero, un momento ¿Me importaba?

—Te estarás preguntando ¿Por qué me tiene aquí? ¿Por qué me ha encerrado?—Hizo una pausa y me miró a los ojos haciéndome notar la oscuridad y el odio que había en ellos—. La respuesta es simple: tu papi todavía no me ha devuelto nada y yo siempre me salgo con la mía, nunca acepto un no por respuesta.

Rodeó la cama pasando uno de sus dedos por mi cuerpo, no pude evitar estremecerme, estremecerme por las sensaciones tan frías que mandaba al centro de mi cuerpo. Llegó a mi cara para apretar mi mentón con fuerza.

—Ahora quiero más.—Comenzó a reírse y lo único que pude sentir fue asco, él me daba asco, esa sonrisa de superioridad y malicia solo hacía que mi odio hacia él creciera aún más—.Te tengo a ti, a menos que tu padre quiera perderte tendrá que aceptar.

—¿Crees que negociamos con asesinos?

—Lo hacéis todo el tiempo, en eso se basa vuestro negocio ¿no?—Me soltó la cara y acercó su rostro al mío. No pude soportarlo, el tenerlo tan cerca y a la vez no poder hacer nada, no poder cobrar mi venganza. Ni siquiera sabía que había hecho con mi madre.

—Mi madre.—Cambié de tema, ambos manejábamos el mismo ambiente y eso me convertía en igual de mala persona que él, me lo había planteado muchas veces en mi día a día, pero aún así ni siquiera estábamos a la misma altura.

Su sonrisa se extendió más y mi paciencia acabó terminándose.

—Agonizando.

Oír esas palabras, oír aquello y ni siquiera haber podido evitarlo fue como una bala en el pecho. La cara de mi madre apareció en mi mente pasando de estar alegre, con una inmensa sonrisa a una de las pocas veces en la que la había visto sufriendo, ella era mi debilidad y no pude soportarlo.

Le golpeé la cara con mi frente con la mayor rabia y fuerza con la que lo había hecho nunca.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro cuando por fin pude verlo sufrir, se llevó la mano a la nariz: estaba sangrando.

—Maldita desgraciada—dijo entre quejidos de dolor—. Te vas a arrepentir de esto.

—Estás jugando con un demonio más peligroso que tú, Mason ¿No te das cuenta?

Me miró con recelo, sabía que por aquello sufriría y ya podía imaginarme las torturas que pensaba utilizar, y no solo me refiero a físicas, a veces las torturas psicológicas son peores. Con el dolor superficial llega un momento en el que dejas de sentir, llega un momento en el que estás tan golpeada o ensangrentada que el dolor apenas es notable, pero el dolor interno es el que no puedes reprimir porque siempre estará ahí, las heridas superficiales son más fáciles de curar que las emocionales, estas, son las que en lugar de cicatrizar en meses o semanas tardan años, las que de verdad se te clavan y terminan doliendo como el maldito infierno.

Me dio una bofetada, después otra, y otra, y otra, y otra hasta que paró. No mostré dolor, no pensaba darle ese placer, era más fuerte que él.

—Eres un cobarde.—Me dolían y quemaban las mejillas, noté como la sangre de mi labio inferior había comenzado a caer por mi barbilla—. Ahora que estoy atada te atreves a pegarme, pero antes lo único que hacías era huir, eres un cobarde.

Me volvió a coger la cara con una de sus manos, su respiración estaba agitada al igual que la mía.

—Seré un cobarde.—Me apretó la cara con más fuerza pero me mantuve impasible, ni siquiera dejé que mi rostro hiciera una mueca de dolor—. Pero entonces eso me convierte en alguien muy peligroso, parece que todavía no lo has notado. Pronto lo harás.

 Pronto lo harás

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