Capítulo 45

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Dasha

Cuando llegamos al barco un montón de hombres vestidos en traje nos recibieron y ayudaron a subir.

—Dasha Volkóva a bordo, nos disponemos a salir—informó el que parecía manejar el cotarro a través de su pinganillo.

Su pelo era completamente negro y su tez oscura más sus rasgos orientales me indicaban que debía de ser del mismo lugar que Yashira.

El barco se movió inmediatamente.

—¿Cómo está señorita Volkóva?—me preguntó amablemente aunque sin quitar aquel semblante serio que todos los hombres de aquellos negocios siempre llevaban.

—Bien.—Me tendió la mano educadamente y correspondí a ello.

Antes de hacer nada sus ojos se quedaron fijos en Andrew.

—Viene conmigo, no hay problema.

Él asintió.

—Ténganlo vigilado—le susurré al oído cuando comenzamos a andar—, todavía no sé con certeza cuanto sea de fiar.

Asintió con firmeza.

—Mi nombre es Hasan y de ahora en adelante estoy a su disposición por órdenes de la señorita Hussai—dijo refiriéndose a Yashira—. Tengo indicaciones de llevarla hasta Moscú y protegerla cueste lo que cueste.

Asentí sintiendo como un agradecimiento enorme hacia Yashira se formaba en mi pecho.

Todavía no me podía creer que había conseguido salir. Después de todo, de todas las luchas, peleas y heridas había conseguido salir y mi plan estaba en marcha.

Hasan me guió por la popa hasta bajar por unas escaleras donde se suponía, estaban las habitaciones.

Cruzamos un pasillo gris hasta llegar a la última puerta.

—Esta es su habitación.

Me abrió la puerta. La habitación estaba conformada por una cama grande colocada de forma perpendicular a la puerta, un pequeño escritorio y un armario empotrado gris que contrastaba con las paredes blancas.

—Dejo que se instale—dijo y se marchó.

Entré y tras cerrar la puerta dejé la mochila a un lado y me tiré en la cama.

Suspiré.

Ahora quedaba lo más difícil: llegar a Moscú, esperar a que Mason cayera en el anzuelo y matarlo.










Me desperté por los continuos movimientos del barco, estaba claro que acabábamos de entrar en la parte en la que todo comenzarían a ser movimientos bruscos y vuelcos del barco.

Abrí el armario y me puse el chubasquero y las botas que había en él.

El pasillo de las habitaciones estaba en un completo silencio y únicamente iluminado por una bombilla de luz amarilla que colgaba del techo.

Al salir un montón de agua cayó sobre mí en un giro brusco que el barco acababa de hacer.

Me apoyé sobre la barandilla para poder caminar.

Todo el barco estaba recorrido por agentes yendo de un lado a otro, montando sus guardias pertinentes.

Divisé a un único hombre en la proa, estaba de espaldas pero por su ropa pude saber quien era.

Caminé hasta llegar y colocarme a su lado.

—¿Cuál es tu verdadero nombre?—demandé saber.

La Rusalka RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora