Epílogo

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Dasha

—¡Joder, Damien! ¡Acelera!—grité mirando hacia atrás.

El coche que nos perseguía estaba a punto de golpearnos.

Damien pisó el acelerador hasta el fondo pero apenas se notó la diferencia.

El motor rugía por la rapidez con la que iba el coche y las ruedas apenas rozaban el suelo.

Murmuré entre dientes, cogí mi pistola y la cargué.

Bajé la ventanilla y saqué una parte de mi cabeza para divisar como el otro coche comenzaba a rozar nuestro maletero. Estiré mi brazo y disparé varias veces contra el parabrisas del vehículo negro que nos pisaba los talones.

Inmediatamente el hombre que iba de copiloto salió y contraatacó.

Me metí con rapidez, esquivando sus balas.

—Deja de hacer el idiota, Dasha—dijo Damien—. Así lo único que estás consiguiendo es animarlos a que nos metan una bala en la cabeza.

El sonido de las balas chocando contra el metal del coche comenzó a ser cada vez más fuerte.

—No pienso quedarme de brazos cruzados—dije y volví a sacar el brazo por la ventanilla para disparar varias veces. En uno de esos tiros conseguí darle al copiloto.

—Uno menos—dije con satisfacción, volviendo a refugiarme en el coche.

Damien consiguió acelerar, despegándonos un poco más del coche trasero.

—Joder—murmuró al mirar por el retrovisor.

Me giré para divisar como uno de ellos salía por el techo del coche con una metralleta en sus manos.

Saqué mi cuerpo con rapidez pero tan solo me dio tiempo a efectuar dos tiros porque Damien me agarró de la cintura y me metió a la fuerza en el coche.

—¡Estate quieta!—gritó histérico a la vez que volvía a recuperar el volante.

Solté una carcajada burlona.

—No decías eso mismo ayer por la noche.

Me recriminó lo que acababa de decir con una mirada seria y volvió a centrar sus ojos en la carretera.

—Joder, Damien, van a disparar—avisé viendo como cargaba la metralleta y apuntaba hacia nosotros.

El estruendo de las balas impactando contra el coche no tardó en llegar, atravesando los cristales y haciéndolos saltar por los aires.

—¡Agárrate!—gritó Damien.

De súbito giró el coche bruscamente por un camino de tierra que salía de la carretera, haciendo que las llantas derraparan y chirriaran.

La respiración me iba a mil y el pelo no dejaba de golpearme en la cara por el aire que se colocaba de los cristales rotos.

Cuando vi que se incorporaban en nuestra dirección maldije entre dientes.

El que Damien se hubiese desviado los había dejado un poco más atrás pero era cuestión de tiempo que nos volvieran a alcanzar.

Recogí mi pelo en una coleta y me desplacé a los asientos traseros haciendo caso omiso a las advertencias de Damien.

Rebusqué en el maletero sin encontrar lo que tenía en mente.

—¿Dónde está la bazuca?

Damien me miró a través del retrovisor durante unos momentos.

—Debajo de ti—respondió volviendo a centrar su vista en el frente.

Pese a los movimientos bruscos del coche pude levantar la tapa del suelo. Allí estaba, perfectamente colocada.

La saqué.

—Ábreme el techo—le dije tras haberla montado y tener el cohete preparado para la salida.

Damien apretó uno de los botones y el cristal mediano que había colocado en el techo se abrió, dejándome espacio para salir.

Saqué medio cuerpo y apoyé la bazuca en el techo a la vez que apuntaba y calculaba la distancia y la trayectoria.

—¡Acelera!—grité. Debíamos de llevar más distancia para que la explosión no nos afectase demasiado.

El motor rugió y la velocidad que cogió el coche hizo que el coletero se me soltara, liberando mi pelo.

Cuando vi que teníamos una distancia adecuada apreté el gatillo y me metí en el coche inmediatamente.

Un ruido ensordecedor se apoderó del lugar, la energía de la explosión impulsó al coche dotándolo de muchísima más velocidad.

Un pitido se apoderó de mis oídos.

Oí la voz de Damien entrecortada y taponada.

Cerré los ojos con fuerza y tras abrirlos me reincorporé en el asiento del copiloto intentando que aquel pitido molesto desapareciera.

—¿Estás bien?—pude entender.

Asentí viendo como intentaba volver a tomar el control del coche. Miré hacia atrás, el cohete había acabado con ellos, una bola de fuego se veía a lo lejos.

Damien salió de allí hasta llevarnos a una gasolinera abandonada, donde paramos.

La cubierta del coche estaba abultada y rota por los impactos de las balas, así como los cristales.

Damien abrió el maletero y sacó los dos maletines por los que había comenzado toda aquella persecución.

Dentro de ellos debían de estar los cinco millones que una de las mafias que estaban afiliadas al negocio se habían negado a pagar durante todos aquellos meses de mi ausencia. Los habíamos sacado, pero de otras maneras no tan pacíficas...

Damien apoyó uno de los maletines en el capo del coche y al abrirlo los billetes aparecieron, pero no estaban solos, había una nota junto con ellos.

La cogí y la leí.

"Cuidad vuestras espaldas, Volkóv.

                   Adelaida Romanova".

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Pues hasta aquí el final del primer libro. No me lo puedo creer, aunque bueno todavía queda mucho Damien y Dasha. Muchas gracias a todas las que habéis aguantado leyendo y esperado las actualizaciones. El segundo libro ya está en marcha y lo único que puedo adelantar es que se llamará "Yashka".

Un nombre peculiar...

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