Capítulo 33

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Dasha


La música siempre me había ayudado a evadirme y en aquellos momentos lo necesitaba como lo que más.

Durante el tiempo en el que estuve tocando aquella canción todos los problemas quedaron a un lado. Solo me pasaba con dos cosas, la música y...con Damien.

Cuando terminé de tocar me percaté de que él estaba apoyado en la pared, observándome, aunque ni siquiera sabía cuanto había estado allí.

Sus ojos no se apartaban de mí, aunque parecía metido en sus propios pensamientos. Cuando aparté las manos del piano sus ojos brillaron, su expresión estaba seria, como siempre pero algo me decía que le había gustado.

—Sigo pensando que tu voz es como la de un cuervo—dijo separándose de la pared con aire adusto, aunque supe que no lo decía en serio.

Puse los ojos en blanco.

—Dasha.—Apoyó las manos en el piano—. Ya está.

Su expresión se volvió cálida y algo esperanzada.

No entendí que era lo que me quería decir. Fruncí el ceño.

—Ya están aquí, vuelves a casa.

¿Era real lo que acababa de escuchar? ¿De verdad volvía a casa?

Me quedé congelada en el sitio intentando procesar que al fin se cumplía lo que tanto había estado deseando.

Levanté mi mirada hacia él y una inmensa sonrisa se dibujó en mi rostro. Damien sonrío al unísono, ¿lo estaba viendo sonreír? ¿Don amargado estaba sonriendo?

—Me gusta cuando sonríes—dije sin pensar. Para mí decepción la sonrisa se le borró de la cara y negó ligeramente con la cabeza.

Bufé moviendo la cabeza.

Me levanté de la silla y me acerqué a él.

—¿Dónde están?—pregunté.

—Fuera, nos están esperando.

Asentí.

Nos despedimos de Aliona y Alexander que se encontraban tomando café.

Les dijimos que nuestro comando al fin nos había podido localizar y que volvíamos a casa. Ambos se alegraron mucho al oír la noticia y nos despedimos prometiendo recompensarles por todo lo que habían hecho por nosotros, les estaba muy agradecida. Aliona había sido muy cálida y agradable y no había querido atosigarnos con preguntas, y Alexander aunque no estaba mucho por casa porque la mayor parte del tiempo estaba trabajando había sido muy comprensivo y tampoco me había reprochado lo de nuestro primer encuentro...

Nos quisieron acompañar a la entrada pero rápidamente Damien y yo insistimos en que no era necesario, no quería que vieran a mi padre, estaba segura de que se quedarían muy descolocados al ver a un tipo como él: grande, elegante, vestido de traje...Aquello para nada daba la sensación de ser de algo del gobierno.

Fue imposible hacer que no nos acompañaran, Aliona se levantó rápidamente y comenzó a llenar un táper con trozos del bizcocho de chocolate que tanto me gustaba y Alexander no tardó en traer dos abrigos bien gordos para que no pasásemos frío.

Sonreí sinceramente ante la humildad y buen corazón que tenían, claro que no se podía decir lo mismo de su hijo..., pero algún fallo tenía que tener.

Salimos de allí, con suerte las sospechas que habíamos tenido de Alek no se habían vuelto a cumplir y me iba de aquel lugar sin tener que volver a verlo.

La Rusalka RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora