Dasha
Cuatro horas después volvía a estar en Moscú.
La ciudad donde había pasado todo mi vida me recibió entre nubes y lluvia, mi clima favorito.
Al salir del avión volví a reconocer aquel olor húmedo de la lluvia mezclándose con el olor característico del lugar. Una pequeña sonrisa apareció en mis labios mientras bajaba las escaleras.
Había vuelto.
Sin dejar tiempo a nada más me escoltaron hasta una fila de coches los cuales nos llevaron hasta uno de los locales que el padre de Yashira tenía en Moscú.
El edificio hacia el exterior era aparentemente normal, del mismo estilo que el resto, pero una vez que entrabas la decoración y la explosión de la cultura árabe te transportaba a oriente.
El interior estaba iluminado por lámparas de cristal que emitían una tenue luz amarilla, las paredes poseían columnas adornadas con elementos vegetales y arcos timurida y de herradura.
Los sofás se encontraban en los extremos, pegados a las paredes con cojines preciosos sobre ellos y mesitas y plantas a su alrededor.
Tras pasar por la recepción Hasan me guió por un pasillo cuyas paredes estaban pintadas con figuras geométricas para meternos en uno de los ascensores y subir hasta el último piso, la suite.
Dos guardias nos recibieron en la puerta y después de unas miradas y asentimientos con Hasan, entramos.
La habitación era iluminada por la luz gris que se colaba de entre las cortinas de las ventanas, resaltando con los muebles blancos que había colocados.
Una mujer que vestía con un vestido negro de manga larga con detalles dorados por él se dio la vuelta.
—¡Dasha!—dijo Yashira al verme. Se acercó a mí para darme un abrazo.
—As-salam aleikom—saludé.
—Wa aleikom as-salam—respondió ella separándose.
Su pelo negro estaba suelto sobre sus hombros conformando infinitos rizos, sus ojos delineados de negro resaltando sus rasgos y sus labios pintados de rosa mate haciéndola lucir espléndida.
Me indicó que me sentara en uno de los sofás con ella y mandó a uno de sus mayordomos a que nos sirviera té.
—¿Qué tal el viaje?—preguntó intentando que me sintiera cómoda.
—Bien, bien.
—No me mientas, ya me ha contado Hasan lo del tiroteo.
Me encogí de hombros.
—De un modo u otro algo así iba a acabar sucediendo.
—Me alegro de que estés bien, cuando me llamaste pidiéndome el barco no me lo podía creer.
—¿Cuánto llevas en Moscú?
—Unas dos semanas aproximadamente, casi tres.
—Siento haberte hecho esperar.
Agitó la mano con rapidez.
—Bah, bah, déjate de disculpas y hablemos de la razón por la que estás aquí.
Tras dejar los formalismos atrás ambas nos pusimos serias.
Yashira se levantó y me indicó que la siguiera.
Pasamos a una sala contigua conformada por una mesa negra, la cual era la única parte de la estancia iluminada. A su alrededor había cuatro hombres sentados, entre ellos Hasan.

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La Rusalka Roja
БоевикMi nombre es Dasha, Dasha Vólkova aunque todos me conocen como la Rusalka roja. En Rusia una rusalka es una ninfa de doble existencia, acuática y forestal, que cuando ve a un hombre lo hechiza con su dulce voz y lo lleva al fondo del lago hasta ahog...