Capítulo 35

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Dasha


Tras una hora y media de viaje, al fin estábamos en Moscú.

—Hemos llegado.

Cuando me desperté el avión se había quedado vacío e Irina estaba frente a mí avisándome sobre nuestro aterrizaje. Sonreí creyéndome de una vez que al fin estaba delante de mí, aunque sus ojos estaban rojos e irritados y la sonrisa que me devolvía era más bien triste. Me dio la mano y las dos nos levantamos dispuestas a salir.

No es que hubiese dormido precisamente bien, de la hora y media que duró el viaje una hora me la pasé despertándome y volviéndome a dormir por las continuas pesadillas que no dejaban de llegar a mi cabeza, lo peor de todo era que esta vez no las protagonizaba yo, sino mi hermana y mi madre...Agradecí internamente que Damien me despertara porque lo estaba pasando fatal, cuando me senté con él y con Nicolay me sentí un poco más segura y me dejé llevar por mis pensamientos, hasta que caí dormida. Apenas habría dormido media hora...

En Moscú todavía era de noche, aunque supuse que no quedaba mucho para que el sol saliera.

Mientras bajábamos las escaleras divisé a Damien que estaba dando un apretón de manos mientras un hombre le daba palmaditas en la espalda.

Ese hombre...

Cuando bajé las escaleras pude reconocerlo completamente. Ese cabello rubio platino, esos ojos marrones verdosos, su impecable traje Gucci.

Aceleré el paso dejando a Irina atrás y seria me acerqué a él hasta quedar cara a cara, aquella sensación que había tenido se intensificó al tenerlo al fin enfrente, me sentía rechazada, traicionada, decepcionada, triste, enfadada...Odié que una parte de mí quisiera perdonarlo y entenderlo, no pude hacer nada porque esa parte por pequeña que fuera estaba ahí y hacía que mis sentimientos se contradijeran.

Mi padre suspiró y con una sonrisa triste abrió sus brazos. Cuando hizo eso mi corazón se reblandeció, quería estar enfadada con él, quería echarle en cara todo por lo que había pasado, pero, Nicolay había dejado claro que las cosas no estaban nada bien y en el fondo sabía que mi padre había estado haciendo todo lo posible por tenerme de vuelta.

Me quedé allí, delante de él, durante segundos que se me hicieron eternos debatiendo en si abrazarlo o no. Finalmente decidí no hacerlo, mi orgullo podía más y aunque en verdad necesitase un abrazo era demasiado testadura como para volver a dejar que me vieran débil. Lo rodeé y tras dar un par de pasos su voz hizo que me detuviera.

—Hija...

Apreté los puños y cerré los ojos. ¿Cómo se atrevía siquiera a pensar que llegaría y me tiraría a sus brazos después de todo lo que había pasado?

Giré medio cuerpo para mirarlo. Sus cejas estaban hundidas y, sinceramente, podía ver el dolor en sus ojos, cosa que hizo que los míos se llenaran por incipientes lágrimas. Volví a cerrarlos conteniendo todo y miré a mi alrededor para ver como todos, los guardaespaldas, mi hermana, Damien... Estaban expectantes.

Irina articuló las palabras «por favor» con expresión implorante.

No sabía que hacer, si le daba un abrazo estaría dando paso a que pensara que lo había perdonado.

Mi padre se acercó a mí y para cuando quise darme cuenta sus brazos ya me habían envuelto.

Dudé, pero al final acabé devolviéndole el abrazo y disfrutando aunque fuese de un poco de cariño, el cual tanto había necesitado.

Me sentí como en...casa.

—Dasha...—intentó decir cuando nos separamos. Lo corté negando con la cabeza y esbozando una pequeña sonrisa que no fue sincera, no quería hablar con él pero se me hizo imposible no reaccionar ante lo demacrado y triste que parecía estar.

La Rusalka RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora