Arum. Tinieblas.

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(Emma P.O.V)
Habían pasado ya unos días desde que descubrimos a Lily. Aquel día fue todo muy confuso. Y Sherlock me abrazó.
Qué significaba para él, no lo sé. Nunca se sabe, tratándose se Sherlock.
Aún así, yo tampoco tengo completamente claro lo que significó para mí.
Esa tarde lluviosa, la típica londinense, Sherlock había salido a dar uno de sus paseos de horas, en los que no sabes cuando va a volver.
Yo me había quedado en casa con John. No sé por qué, él parecía un poco incómodo conmigo.
- John- llamé.
- Dime- respondió él.
- ¿Te pasa algo? Te encuentro raro conmigo, ¿estás enfadado? ¿He hecho algo malo? Dímelo, intentaré arreglarlo.
- ¡No, no!- exclamó- No me pasa nada. Tranquila, no has hecho algo malo.
- ¿Seguro? No lo parece.
- De veras, te juro que no pasa nada.
- Vamos, dímelo.
No contestó y siguió mirando cosas en internet y escribiendo en su blog como si yo fuera una pared.
Decidí poner en práctica la mejor táctica para que te hagan caso.
- Dímelo. Porfa dímelo. Dime que pasa, venga. Venga. Venga por favor. ¡John!
Le quité el portátil.
- ¡Vale!- se dio por vencido él- pero solo si me devuelves mi ordenador.
Se lo di, a regañadientes.
- Pues, el otro día, estaba hablando con Sherlock, y salió el tema de que...
Su frase quedó inacabada por el repentino abrir de la puerta.
Ambos nos giramos para ver a un Sherlock empapado por la lluvia en la entrada.
- Sherlock...- me quejé- ¿cuántas veces te habremos dicho que, si va a llover, te lleves un paraguas a la calle?
- Los paraguas los lleva la gente como Mycroft. No me gustan.- contestó él.
Me giré a mirar a John, buscando su aprobación. Él solo se encogió de hombros, haciéndome ver que era una habitual batalla perdida.
- Ven. Dame tu abrigo- le pedí, acercándome a él e intentando quitarle la gabardina.
- No- me espetó- no, mejor no. Tráeme algo de la nevera, algo de comer.
Fue entonces cuando reparé en que bajo su gabardina había un bulto que estaba sujetando con la mano.
- ¿Qué es eso?- le pregunté.
- Es una sorpresa.
- ¿Qué es el qué?- preguntó John, que no se estaba enterando de nada.
Ignorándolo, repetí.
- ¿Qué es eso?
- Ya te he dicho que es una sorpresa. Para tí además. Deja de hacer preguntas.
- Si es una sorpresa para mí, no tendrás problema en dármela ahora.
- ¡No está lista!
- Sherlock, sácalo- dijo John, que por fin había retomado el hilo de la conversación.
Lanzándonos miradas de reproche, Sherlock se metió la mano bajo el abrigo y sacó de él una bolita de pelo. No me di cuenta de lo que era hasta que lo depositó en mis brazos. Entonces lancé una inaudible exclamación de sorpresa y felicidad.
Entre mis brazos se acurrucaba un cachorro de perro mestizo, completamente negro azabache, excepto por una mancha blanca que decoraba y rodeaba su ojo izquierdo.
Y sus ojos... Sus ojos eran de un color miel claro, casi oro. Pero también tenían zonas grises, un gris pizarra encantador. Eran unos ojos indescriptiblemente profundos, y emanaban una inteligencia mayor a la que debería tener un perro.
- ¿Qué? ¿Por qué?- pregunté suavemente, mirando a Sherlock.
- Estaba en una caja, en la calle. Es una cachorrita preciosa, y muy lista, no merece morir atropellada o de hambre. En el momento en que la vi recordé tu pasión por los animales y...aquí está- respondió Sherlock con ternura.
- ¿Y cómo podemos llamarla? Seguro que a tí se te ocurre un nombre bonito- pregunté.
- Pues había pensado ya en uno. Arum, significa tinieblas en latín.
- ¡Es perfecto! Y, ¿desde cuándo dominas tú el latín?
- ¡Oh, desde siempre! Domino latín, griego, japonés, inglés, español, italiano, chino y mi favorito, el francés. Seguro que alguno más, pero no lo recuerdo.
- Sí que sabes muchos idiomas. Dime algo en... ¡Francés ya que es tu favorito!
Él cogió un papel de la mesa y garabateó unas palabras. Lo dobló, me lo entregó y, dándole una vaga excusa a John, se fue a su cuarto.
Desdoblé el papel y pude ver escrito en este:
«Emma. Certaines personnes passent par votre vie pour vous apprendre à ne pas être comme eux. Je suis une de ces personnes, mais cela ne signifie pas que vous ne avez pas besoin. Me soute, ne mettez pas de moi, parce que tu me fais mieux»
No entendía nada, yo no sé francés, pero los traductores de internet solucionan este problema.
Iba a buscar la traducción, pero Arum se revolvió en mis brazos, dándome a entender que tenía hambre, así que tuve que salir a comprarle comida, cama, collar y también fecha en el veterinario para vacunarla, etc.
Cuando volví a casa los dos chicos e incluso Arum estaban dormidos. Yo me moría de sueño, pero aún me quedaba energía suficiente para una cosa.
Abrí el ordenador y me metí en el traductor de Google. Tecleé las palabras que había garabateadas y noté como la cara se me calentaba al leer el resultado.
«Emma. Algunas personas pasan por tu vida para enseñarte a no ser como ellas. Yo soy una de esas personas, pero eso no significa que no te necesite. Abrázame, no te alejes de mí, porque tú me haces mejor»
Ahora lo sé. Definitivamente estoy enamorada de Sherlock Holmes.
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¡¡Hola!!
Este capítulo se lo quiero dedicar a MJCecilia_CS, por apoyarme y darme ánimos con mi historia, diciendo que es genial.
Y un aviso, mi francés es bastante malo, así que si lo traducís puede saliros algo raro, aunque he procurado acercarme lo máximo a la frase que pongo como traducción.
¡Muchas gracias por leer, sois l@s mejores!

Sherlock Holmes y las cien puertas (Sherlock BBC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora