¿Mente cerrada?

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(Emma P.O.V)
Habíamos quedado en que llevaría a Jasmine de visita por Londres pasado mañana. Hoy necesitaba relajarme, últimamente el trabajo me dejaba agotada y Lestrade se comportaba mucho más frío y distante conmigo.
Estaba a punto de sentarme a leer mi novela favorita cuando mi móvil comenzó a sonar. A regañadientes, me puse en pie y lo descolgué.
- ¿Sí?- pregunté.
- Emma- oí la voz de Anderson al otro lado de la línea- ha habido otro asesinato. Ven ahora.
- Voy ya mismo- respondí- pero voy a traer a Sherlock.
- ¿Por qué? No es necesario... Bueno, que más da, ya es una batalla perdida. Tráelo. ¡Adiós!
- ¡Anderson, espera!
- Dime.
- ¿Por qué no me ha avisado Greg? Normalmente me llama él.
- Dijo que no le apetecía hablar contigo, ¿habéis tenido algún problema?
- No- y colgué.
Llamé a John, que estaba en casa, y le mandé un mensaje a Sherlock.
- Sherlock, tenemos una escena del crimen nueva, vente para casa y vamos los tres- decía.
- ¿Tres? Querrás decir cuatro- contestó.
- No, quería decir tres. ¿Qué cuarto?
- Jasmine, naturalmente.
- ¿¡Qué!? ¿Ella viene? ¡Pero si es insoportable! Y seguro que tiene la mente cerrada, como Anderson...
- Te sorprendería lo que puede hacer.
- ¡Sherlock! ¿A qué te refieres?
- ¡Sherlock no me dejes en visto!
- ¡Sherlock!- tras enviar este último mensaje desistí y avisé a Jasmine para que se viniera también.
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- ¿Podrían ponerse los monos, por favor?- nos preguntó una forense nueva.
- No- respondió Sherlock con brusquedad.
John, Jasmine y yo sí nos los pusimos.
Entramos en el escenario y nos encontramos a un hombre, en su habitación, con una pistola en la mano derecha y un agujero en la cabeza.
- Suicidio- saltó de repente Jasmine.
- Justifícate- apremió Sherlock, como si se tratara de un examen.
- La víctima tiene la pistola en la mano derecha y el agujero de la bala en ese mismo lado de la cabeza. Además, mirad, el asa de la taza de té que estaba tomando antes está apuntando hacia la derecha, y el bolígrafo con el que estaba tomando notas está apoyado en el mismo lado.
Hay que decir que me dejó bastante impresionada, pero Jasmine estaba cometiendo errores básicos.
- Errores graves- apunté.
- ¿A que te refieres?- preguntó ella arrogantemente.
- Tienes varios fallos que hasta Anderson y Donovan podrían ver, Jasmine- respondí.
Anderson hizo un gesto de enojo y ofensa en el fondo de la estancia, pero Lestrade le mandó callar.
- Empieza a justificar tu deducción, Emma- pidió Sherlock, dándose otra vez aires de maestro.
- Primer grave error- empecé- no revisar a la víctima.
Me acerqué al cadáver y comprobé que estaba muerto desde hacía horas.
- La víctima fue asesinada hace tiempo, luego John podría confirmarnos cuánto, ya que posee esta característica que tienen algunos cadáveres de una cierta antigüedad, el "Rigor Mortis". Sin embargo, no hay restos de pólvora en la mano del muerto, por lo que él no disparó el gatillo. Y, además, la mano está forzada sobre la pistola, lo que nos demuestra que su última postura en vida no fue agarrando algo, sino con las manos extendidas.
John se acercó al muerto mientras todos me miraban, asombrados, y Jasmine balbuceaba:
- Pero... P-pero yo...
- Emma tiene razón- dijo Sherlock- parte de sus dedos están prácticamente rotos por haber sido obligados a agarrarse a la pistola tiempo después de morir, lo que nos indica...
Dejó la frase en el aire y comenzó a pasearse por la estancia.
- ¿Qué nos indica, maldita sea?- exclamó Greg.
- Nos indica...- de repente me di cuenta yo, y empecé a estudiar la habitación también- que el asesino estuvo haciendo algo antes...
- ¡Claro!- gritó Anderson de repente- ¡estuvo cambiando de lugar el asa de la taza, el bolígrafo y todo lo demás para que pensáramos que había sido suicidio!
Miré a Sherlock para ver su reacción, pues la suposición era acertada.
Con un suspiro, éste afirmó:
- Sí, Anderson, estuvo haciendo eso. Te mereces que Lestrade te de una estrella de niño bueno.
- ¡Bien!- exclamó Anderson- ¿espera, qué?
Muy tarde, pues Sherlock ya nos arrastraba fuera de la estancia, diciendo que su trabajo allí había terminado. John decidió quedarse para examinar el cuerpo.
Mientras Sherlock llamaba a un taxi, Jasmine y yo nos fulminamos con la mirada. Entonces el coche llegó y Sherlock entró en él. Aprovechando los altísimos y muy adecuados para esta ocasión tacones que llevaba Jasmine tomé la delantera y me senté al lado de el detective consultor.
Apoyé mi cabeza en su hombro y él me acarició el pelo, y estuvimos sumidos en nuestro pequeño universo hasta que llegamos a casa.

Sherlock Holmes y las cien puertas (Sherlock BBC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora