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Harry Styles

Desperté en una habitación de hospital.

El olor a desinfectante se coló por mis fosas nasales, la luz blanca me golpeó los ojos, dejándome casi ciego, y el sonido de un pitido me ensordecía.

Observé que estaba conectado a una especie de máquina que me tomaba el pulso y tenía una aguja infiltrada en mi brazo izquierdo que me proporcionaba suero.

Tenía una maldita aguja en el brazo. Iba a desmayarme.

Palpé mi cuerpo de manera brusca, queriendo saber que más me habían hecho mientras estuve dormido.
En mi cuello había cables que me mantenían conectado a más máquinas, sólo rogaba que no me hubieran metido un tubo en la garganta porque mi voz quedaría arruinada.

Me removí un poco en la cama y sentí el peso de alguien durmiendo sobre mis pies.

Parpadeé para aclarar mi visión y ahí estaba; Louis Tomlinson, el mafioso más sanguinario de todos los tiempos, abrazando mis piernas como si me fuera a esfumar.

Sonreí y estiré mis dedos para tocar su cabello lacio que estaba revuelto sobre la manta blanca de la habitación del hospital.

Jamás había sentido tal suavidad bajo la yema de mis dedos.

Su cabello lacio y castaño era como si tocaras los rizos de un querubín. Tan inalcanzables, deseables, suaves, finos, brillantes. Al igual que él.

Las máquinas comenzaron a sonar, supongo que mi corazón se alteró demasiado al tenerlo cerca. Una multitud de médicos se agolpó en mi habitación y el precioso hombre de ojos azules se levantó rápidamente y se acomodó el traje antes de salir por la puerta.

Me sentí sólo. Sin compañía. Necesitaba a Anne y a Gemma. Necesitaba volver a casa. Mi corazón estaba destrozado.

Quería a Louis.

Supe que no iba a volver cuando los médicos se fueron de la sala, dejándome solo otra vez.

Me ordenaron que intentara no acelerar mi corazón porque me haría daño, había salido de una cirugía complicada y era de milagro que estaba vivo.

¿Pero cómo iba a hacer que mi corazón latiera cuando él estaba lejos?

Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas mucho antes que me diera cuenta que lo hacía, sintiendo que mi mundo se rompía, que todos me habían abandonado.

Quizás, me merecía todo esto. Me merecía sufrir y que todos me odiaran como lo hacían.

Volví a cerrar mis ojos y caí en un sueño profundo, uno que no había tenido en años.

Y por ese instante, la realidad dejó de doler.

(...)

Los rayos del sol de invierno se colaron por las cortinas casi transparentes que cubrían los ventanales de la fría habitación de hospital, haciendo que mis ojos se abrieran al sentir su calor en mi rostro.

Me observé de nuevo, estaba igual que antes; conectado a mil máquinas y el suero aún seguía clavado en mi brazo.

Cada vez que miraba la aguja, era más grande. ¿Acaso no sabían de mi fobia hacia ellas? Me sentía como un claustrofóbico encerrado entre cuatro paredes.

Inspeccioné el lugar con la vista y mis ojos se llenaron de lágrimas al encontrarme con su figura; estaba de espaldas a mí, con su mano derecha apoyada en el ventanal y la izquierda fuera de éste, con un cigarrillo a medio fumar.

Peaky Blinders.  [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora