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Narrador Omnisciente

Era el primer día de Harry oficialmente como coronel en la policía de Doncaster y estaba demasiado nervioso, quería hacer las cosas bien. Además, no podía ser descubierto, nadie debía saber que él se estaba acostando con el líder de la mafia inglesa y mucho menos que iban a tener un hijo.

Ambos estaban de pie en la entrada de la casa, sus ojos fijos en el trabajo que realizaban; Louis le abrochaba el chaleco a Harry, y Harry le anudaba la corbata a Louis.

Después de más de cinco años, Louis volvió a usar corbata. Porque, podía ser un inteligente, talentoso y perfecto mafioso, pero no sabía cómo ponerse una corbata.

Louis sonrió cuando prendió el ultimo abrojo y sus dedos se perdieron dentro del chaleco para poder acercar a Harry a sus labios.

Harry no dudó en acariciar el cabello rapado de Louis, amando como se sentía la suavidad de su piel en las palmas de sus manos.

—Mucha suerte hoy, conejito.

—Te amo.—Harry besó sus labios.—Mucho.—otro beso.—Para siempre.—otro beso.

Louis respiró profundo y sostuvo con suavidad el cuello de Harry, inclinando sus labios hacia su piel blanca.

—Te amo.—susurró y besó suavemente su cuello, sintiendo su calor en la piel de sus labios.—Hasta el cielo.—volvió a besar su piel, mientras Harry estaba estático de pie sosteniendo su cabeza.

No podía creerlo, Louis acababa de abrirle su corazón, le había dicho esas dos palabras, esas cinco letras, que en algún momento dejaron de importarle, sabiendo que se lo demostraba todos los días.

Louis se dedicó a trazar caminos invisibles en el cuello de Harry, manchándolo con pequeñas marcas de amor.

—¿Es necesario que vayas al trabajo?

—Es el primer día...—Harry gimió contra sus labios cuando Louis aplanó su lengua en su piel, trazando un camino de saliva hasta la línea de su mandíbula.

—Mmm. No quiero dejarte ir.—sus labios se movían contra la piel de Harry, haciéndole sentir una vorágine de sentimientos. Y ninguno era puro.

—Esta noche.—jadeó, la lengua de Louis era una sensación que jamás se cansaría de sentir, que siempre le provocaría cosas nuevas.

—Si, esta noche.—Louis presionó sus labios debajo de la oreja de Harry, sabiendo cuánto es que lo vuelven loco los besos en ese lugar.—Te lo juro conejito, voy a llevarte a la luna.—susurró contra su oído.—Y si te gusta, te la compro...

Harry puso los ojos en blanco y rio, a Louis el corazón se le agrandó y saltó en su pecho; cosas que sólo la risa de Harry podía generarle.

Se decidió por darle el último beso mientras apretaba sus glúteos con fuerza para pegarlo a su cuerpo y luego contra la pared, haciendo que sus lenguas se enroscasen al unísono con la lujuria que sus cuerpos desprendían.

—Lou, amor.—Harry le rogó, con su último aliento. Si Louis le volvía a pedir que no fuese a trabajar, no iría.

—Yo te llevo.

—Pero si... ¡Louis!—gritó cuando el ojiazul lo sostuvo desde la parte de atrás de sus piernas y lo alzó, poniéndolo sobre su hombro.

—Shh, en silencio.

Harry sonrió negando con la cabeza, pero se dejó cargar escaleras abajo y, en algún punto, se encontró sentado en el asiento del acompañante. 

Louis era maravilloso.

El viaje transcurrió entre besos, manos impacientes y susurros cargados de lujuria.

Peaky Blinders.  [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora