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4 años después.
Vísperas de Navidad.

Desde que estábamos juntos, Harry jamás se perdía mi cumpleaños. Pero este año fue distinto.

Tenía que ir a arreglar algunas cosas en la policía y no volvería hasta la primer semana de enero. No iba a negar que me rompía el corazón, se había vuelto rutina tenerlo todos los días y escucharlo reír, tres semanas sin él iban a ser un calvario.

Magnolia estaba enorme, incluso me sorprendía su capacidad para aprender cosas nuevas todos los días.
Habíamos decidido teñir su pelo de color oscuro para engañar al destino, atrasarlo lo más que pudiéramos, pero ella seguía conservando su belleza natural.

Nadie podía quedarse de noche con Mags, así que ella me acompañaba al bar y se quedaba junto a Ernest o Fionn en una mesa apartada de los demás. Ellos eran buenos tíos, se preocupaban porque a ella no le faltara nada, se encargaban de cumplir cada uno de sus caprichos, y sé que la amaban más que a nadie.

El día de mi cumpleaños había comenzado con el sol en lo más alto, el clima invernal se intercalaba con un leve calorcito que derretía la nieve, y te hacia sentir protegido.

Harry no había llamado en todo el día, y me preocupé un poco, él siempre llamaba. Pero también mi corazón dolió, quizás no recordó que día era.

—¡Feliz cumpleaños pa!—Mags corrió hacia mi habitación y me abrazó con fuerza.

Sonreí mientras terminaba de prenderme los últimos botones de mi camisa.

Por lo menos ella si se acordó.

—Gracias, Florcita.—la observé por el espejo; vestía un vestido blanco con flores azules que resaltaban el color de sus ojos, y unas sandalias blancas que estaba seguro se las había regalado Lotts.—¿Querés que te peine?

Ella negó con la cabeza, sus rizos oscuros moviéndose de izquierda a derecha, recordándome tanto a Harry.

Fruncí el ceño y me puse de cuclillas, quedando cara a cara con ella, y tomé sus manos en las mías.

—¿Por qué no?

—Porque tus trenzas no son como las de papi Hazz.

—Pero Mags...—sostuve sus mejillas y la acaricié suavemente, observando su sonrisa pura, que no me mentía.—Papi Hazz no está acá.

—Decile que vuelva con nosotros entonces.

—Los adultos tenemos responsabilidades, florcita. Y papá tenía una grande, pero está trabajando para volver con nosotros, ¿si?

Ella asintió, sus rizos otra vez saltando a cada lado de su cabeza y sobre su rostro.

—¿Vas a dejar que te peine?

—No.

Bufé.—¿Y si le digo a Olga?

—¡La abu Olga si!

Asentí y besé su frente. Me puse de pie y tomé su manita para caminar fuera de la habitación.

Ella sonreía y saltaba mientras caminaba a mi lado, como si nada le molestara, como si la felicidad absoluta estuviera dentro de su cuerpo.

Peaky Blinders.  [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora