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Actualidad.

Louis Tomlinson.

Abrí los ojos sintiendo la pesadez de la resaca en mi cuerpo, las sábanas raspaban mi cuerpo desnudo y los rayos del sol se colaban por las cortinas translúcidas golpeando justo en mi rostro.

Me senté en la cama agarrando mi cabeza, observando a la habitación girar y girar a mi alrededor hasta que volvió a quedarse en su lugar.

Para mi suerte, en mi mesita de luz descansaba un vaso de agua y una pastilla para mi dolor de cabeza.

Gracias Polly.

Corrí las colchas, haciendo que el frío de mi habitación chocara con mi piel desnuda, erizándola por completo.
Tomé la pastilla y sentí como se deslizaba por mi garganta junto al agua fresca.

El alivio llegó al instante y sonreí con los ojos cerrados.

Volví a mirar la habitación, descubriendo que mi pantalón negro de vestir y mi camisa blanca ya estaban planchados y en una silla cerca de una esquina, mis zapatillas negras debajo.

Polly, Polly, Polly.

Me bañé rápidamente, debía quitar el olor a alcohol, cigarrillos y sexo de anoche.
No era que me gustara salir todas las noches, pero mi bar necesitaba de mi presencia para funcionar, si no todo era un desastre.

Habia aprendido eso de mi padre; si no lo hacía yo, seguramente estaba mal. No confiaba en nadie.

El agua caliente contra mi piel era tan reconfortante, como si estuvieran masajeando cada parte de mi cuerpo.

Mi cabello brillaba cuando me observé en el espejo, a veces me sorprendía que fuera natural.

El frio de mis pantalones me chocó la piel y mis zapatillas no tardaron en cubrir mis pies. Mis dedos prendieron botón por botón la camisa, sintiendo bajo la yema de mis dedos la textura; suave y transparente, dejando ver mis tatuajes a la luz del sol.

Mi favorito siempre sería el de mi torso; el nombre de mi mafia ocupaba todo mi abdomen debajo de mi pecho, Peaky Blinders en cursiva y con una pequeña boina que colgaba de la última letra.

Abrí la puerta de mi habitación y el olor a té con leche me inundó los sentidos, probablemente todos me estaban esperando.

Bajé escalón por escalón, sintiendo el chasquido de mis Vans negras contra el mármol blanco de la escalera, mi mano sintiendo el frío de las barandas doradas.
Sabrina me saludó con una sonrisa cuando llegué al final de éstas, en sus manos una bandeja de plata con dos tazas humeantes y tostadas francesas.
Le devolví el saludo con un asentimiento de cabeza y estiré mi mano para robarle una de esas tostadas.

Seguí mi camino hasta la cocina, en la mesa principal estaba Polly sentada en la punta y Charlotte a su lado. Los gemelos ni aparecieron.

Extraño.

Ambas me saludaron con sus sonrisas radiantes, como si tuvieran buenas noticias; demasiado raro, jamás había buenas noticias.

Me senté en una de las sillas tapizadas color bordo y no pasó ni un segundo desde que dejé mi celular sobre la mesa para que me bombardearan con noticias.

Y como siempre, tenía razón. No eran buenas.

Al parecer -desde que por accidente había recibido un cargamento equivocado-, un policía de Belfast, Simon Cowell, me estaba investigando y vendría por nosotros en cualquier momento.

Además, y no como algo menos importante, el bar que encubría mis fechorías ocupaba uno de los primeros puestos en la lista de los mejores pubs de Inglaterra.
No pude evitar sonreír de lado al escuchar la noticia y decidí festejar con una enorme fiesta.

Peaky Blinders.  [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora