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Parpadeé no pudiendo creer la persona que tenía en frente; piel blanca como la nieve, cabello ondulado que caía por su frente como una lluvia de rizos, perfectas curvas ocultas tras un traje que se ceñía a su cuerpo perfectamente, y sus ojos... aquellos orbes verdes que eran iguales a los de Alex, el amor de mi vida.

Pasé la yema de mi dedo por el borde de la copa con el líquido amarillento dentro de ella, no pudiendo quitar mi vista de sus ojos y de lo que me estaban haciendo sentir.

Por primera vez en mucho tiempo, sentí como si el techo se me cayera encima. Pensé que ya lo había superado, que todo estaba oculto en el pasado, pero no.

Estaba clarísimo que no.

Sostuve el vaso y lo moví hacia los lados para que el whisky no estuviera tan fuerte, ya había tenido demasiado esta noche, el bar me daba vueltas.

Aunque estaba seguro que no era por el alcohol.

Lo llevé a mis labios y el simple aroma hizo que me mareara un poco, no dudé cuando tiré hacia atrás y lo vacié en un abrir y cerrar de ojos.
El líquido quemó el interior de mi cuerpo y toqué la madera dos veces, indicando que me sirvieran otro.

Prendí un cigarrillo, di una larga calada y, aún perdido en aquellos orbes verdes, decidí hablar.—¿Qué hace alguien como vos en este bar de mala muerte?

—Es el único en el pueblo, solo alguien con demasiados recursos tomaría un tren hasta la capital.—cuando la camarera dejó el vaso de whisky sobre la barra, me lo arrebató y dio un sorbo, cerrando los ojos.—Leí en Internet que es uno de los mejores en el mundo.

—Mmm.—aspiré la nicotina y analicé a la mujer frente a mí otra vez; una minifalda corta, dejando ver sus piernas cubiertas por unas medias en red, un top tan pegado que hacía que sus pechos se escaparan, sus hombros cubiertos por un saco del mismo color que su pollera, un negro más oscuro que el alma del diablo, y unos zapatos clásicos la hacían ver deseable para cualquier hombre.

Menos para mí.

—Muchos vienen a ver al dueño, una pena que esta noche no se encuentre.—levanté mis dedos índice y corazón y esperé a que la camarera se acercara.—Un vodka, por favor.

—Es curioso.—ella se acercó a mí e hizo un camino con sus dedos, desde mi ombligo hasta la corbata roja que colgaba de mi cuello, tiró un poco de ella y nuestras bocas quedaron a centímetros. Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza, mis piernas temblaron y el alma se me fue del cuerpo; de cerca, sus ojos eran idénticos a los del amor de mi vida.—Juraría que estoy hablando con él.

Como pude, me hice hacía atrás, sintiendo los latidos de mi corazón en la punta de mis dedos, pero disimulándolo perfectamente con mi semblante serio.

Agradecí con un asentimiento cuando recibí el vodka, y volví a ver a sus orbes verdes, imposible dejar de perderme en ellos.
Bebí la mitad del alcohol en mi vaso y le di una última calada al cigarrillo.

—Suponiendo que así es, ¿a qué viniste realmente?

—Solo quería pasar una linda noche.

—Mmm, ¿tu nombre?—pregunté curioso, mientras terminaba de beber lo que quedaba en mi vaso.

—Gemma.—ella estiró su mano en forma de saludo, en su piel blanca resaltaban los anillos de oro con piedras de colores.

A simple vista parecía tan suave, tan delicada, y lo confirmé cuando mi mano se juntó con la suya en un simple saludo.
Acomodé mi traje cuando nuestras manos se separaron y me acerqué a su oído a susurrar;—Gemma, es una real pena que esta noche sólo esté interesado en hombres.

Peaky Blinders.  [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora