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Narrador Omnisciente

El corazón de Harry latía desbocadamente cada vez que Louis sostenía en brazos a su hija, cada vez que los escuchaba reír, cada vez que sentía sus manitas enredarse en sus rizos porque Louis la traía en el medio de la noche a la cama que compartían...

Nadie había hecho sentir tan importante a Louis como lo hacía Harry.
Él estaba atento a cualquier cosa que necesitara, aún teniendo que cuidar a Magnolia y trabajar al mismo tiempo.

Harry terminó por pedir el turno mañana para poder cuidar a Magnolia, sabiendo que nadie podría hacerse cargo.

A veces, se sentía demasiado mal, con un enorme agujero en el corazón. Necesitaba a su madre y a Gemma.

Su mente le jugaba una mala pasada, rompiendo su corazón cada vez que las imaginaba en las cenas familiares, felices por la decisión que él había tomado sobre la persona que eligió para formar una familia.

Pero sabía que él era visto como un fraude familiar, traicionando su religión y el amor y confianza de su hermana.

Probablemente iría al infierno, pero lo compartiría con Louis.

La estación de policías estaba completamente vacía, el reloj en su computadora marcaba las cuatro de la mañana y su último día hábil trabajando en el turno noche llegaba a su fin.

El sol se alzaba con lentitud en el cielo, bañando con su calidez cada rincón de Doncaster, avisando la entrada de la primer semana de primavera.

Todos los habitantes de aquel pueblo dormían plácidamente excepto los que se agolpaban en la entrada del bar más prestigioso del lugar; Habbit.

Louis había decidido ponerle ese nombre porque todo en su vida estaba relacionado a Harry; era el hábito que no podía romper por más que quisiese y era su conejito.

La música sonaba fuerte y las luces estroboscópicas lo convertían en un ambiente festivo, lleno de vitalidad, pero nada divertido para el dueño, ya que con la única persona que podría disfrutarlo, era un recluso en la enorme penitenciaria de Doncaster, cumpliendo con su más importante misión; manejar el cuartel completo.

Harry sentía la pesadez en sus ojos, el dolor en su cuerpo, el sueño nublarle los sentidos, pero ahí estaba, en su oficina, firmando papeles y designando actividades.

Haciendo sentir orgulloso a Louis por su desempeño y sus valores.

Aunque estaba seguro que a él no le importaban las medallas, ni los reconocimientos, ni el honor, lo hacía feliz con sólo saber que él era feliz.

Harry respiró profundamente y bebió un sorbo del café que se había estado congelando mientras estaba ocupado con todo el papelerío.

Dos golpes en la puerta se escucharon en su pequeña oficina, sin embargo, no levantó la vista de lo que estaba haciendo.

—¿Si?

—Coronel Styles.—uno de sus subordinados habló asomando su cabeza desde la puerta.

Harry se había vuelto uno de los oficiales más respetados en todo el pueblo, y no sólo por ser novio de Louis Tomlinson, si no porque hacia cumplir a raja tabla cada una de las leyes impuestas por la corona.

Él se había consagrado por ser quien terminó con todos los delitos de Doncaster...

Bueno, casi todos.

—¿Moore?—respondió, al reconocer la voz del joven de cabellos rojizos, aún concentrado en su trabajo.

—Lo solicitan en la sala de interrogatorios.

Peaky Blinders.  [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora