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Louis Tomlinson.

El sol era un mimo para nuestra piel cuando el viento frío nos golpeaba el rostro, las manos de Harry apretando mi cintura y su mejilla en mi espalda me hacían sentir en paz, olvidar todo lo que le dije y lo que él me reprochó.

Ya no importaba que me hubiera confesado que todo había sido una farsa, incluso hasta el momento de nuestro reencuentro.
No dolía el corazón cada vez que sus palabras retumbaban en mi cabeza; "Yo lo sabía todo, Louis. Desde tu ex muerto hasta la cantidad de dientes que tenés, todo fue planeado, ¿no lo entendés?" "Nada fue real entre nosotros, nada."

Yo sabía que mentía, me gustaba pensar que lo hacía, que en algún momento sintió algo por mí, aunque sea miedo.

Había decidido llevarlo a un lugar importante para mí porque quería que esto fuera especial.

Jamás pensé que aceptaría subirse a una moto y mucho menos manejar a la velocidad que lo hacía. Harry jamás rompía una regla.

El asfalto de la ruta chocaba contra las ruedas mientras me acercaba cada vez más a mi casa de campo, pero por la parte trasera, la parte que realmente parecía un hogar, la que no tenía horribles recuerdos de nosotros dos.

El jardín floreado de mi madre apareció en mi campo de visión mucho más rápido de lo que hubiese querido.

—Voy a bajar al campo, agárrate fuerte.—hablé por primera vez en todo el viaje, y comencé a desacelerar la velocidad.

Ninguno emitía palabra porque quizás íbamos peleando con nuestros demonios dentro de nuestra mente. Pensando en que quizás no debimos hacer algunas cosas, que tal vez nos apresuramos en tantas otras.

La tierra mojada hizo que las ruedas se hundieran mientras avanzábamos terreno adentro, estando cada vez más cerca de lo que cambiaría la vida de ambos para siempre.

Aún no podía comprender el arranque de emociones que había tenido para tomar prestado el regalo de cumpleaños de Charlotte y estrenarlo para salir a pasear con Harry.

Pero es que no importaba si tenía que pasarme diez horas limpiando las ruedas, pegándole calcomanías nuevas, o rogándole a Fionn que no me delatara, si podía sentir las manos de Harry en mi cintura, o su risa alocada cada vez que me perdiera en este recuerdo.

Los narcisos amarillos resaltaban en lo verde del campo, incluso fusionándose con las rosas que mi madre había plantado hacia más de quince años.

El tiempo parecía haberse detenido en este lado de la casa, como si mis padres aún siguieran vivos, como si mi madre regara todas las mañanas sus preciadas flores, y mi padre enterrara las colillas de sus cigarrillos en los pozos que ella hacía.

Según él era porque así crecían más fuertes, porque tenían el amor de los dos.

El viejo almendro conservaba su porte, alejado del pequeño gran jardín de mamá, sus flores de tonalidades rosáceas se veían desde lejos, coronándose como la belleza del lugar.

Aceleré un poco, con la necesidad de llegar hasta allí para crear un lindo recuerdo, intentando hacer que él olvidara todo lo que había pasado entre nosotros estos últimos meses.

El césped estaba mojado por el tierno rocío que desprendían los rociadores, el sonido del viento correr y mover las copas de los árboles era la paz que necesitábamos en ese momento.

Frené al costado del almendro y su dulce aroma me inundó los sentidos, haciéndome viajar en el tiempo a cuando era sólo un niño y corría descalzo mientras mamá me perseguía por detrás.

Peaky Blinders.  [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora