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Harry Styles.

Mis pies descalzos rozaban el piso alfombrado de la habitación mientras caminaba de un lado al otro.
Era tan lujosa, tan cara, una que sólo él hubiera podido pagar. Y lo hizo por mi.

Las paredes eran de un color crema y la mitad estaba revestida por tablas de madera barnizadas, lámparas de cristal estaban sostenidas de barandillas de bronce y había un enorme ventanal que daba a un balcón que dejaba ver el hermoso Big Ben alzándose en el centro de la ciudad, brillando con su típica intensidad, resaltando como una estrella en el medio de una noche oscura.

Pasé las manos por mi cabello y lo tiré hacia atrás, y al mismo tiempo, me quité la bandana que sostenía mis rizos.
Estaba demasiado vieja y desgastada, pero tenía los mejores recuerdos grabados en los colores azules, rojos y blancos que se encontraban adornándola.

Me estaba poniendo nervioso porque Louis no me llamaba, estaba seguro que no le había pasado nada, pues era un mafioso y sabía cuidarse solo, pero de todas formas ese sentimiento no desaparecía.

O quizás, se había aburrido de mí y por eso me había dejado ir. O él me estaba usando para que fuera su espía, como yo lo usé hace unos años para conseguir mi libertad.

O nunca me amo y siempre fingió. No me parecería extraño, todos lo hacían, y Louis sabía esconder bien sus sentimientos.

Un millón de inseguridades y dudas estúpidas pasaban por mi cabeza, y nadie podría calmarlas, solo los labios de Louis sobre los míos, o sus brazos apretándome contra su torso, o sus piernas enroscadas a las mías. O su perfume, ese que era una mezcla entre cigarrillos y su típico perfume varonil. O su calor corporal, el único que me hacía sentir en casa.

Estaba feliz porque desde la muerte de Cowell, el cargo de Coronel había quedado libre y me fue otorgado por mis valores como policía encubierto; humildad, precisión en el cumplimiento de mis tareas, honor y fidelidad.

Quería festejar con Louis, pero no estaba ahí. Sabía que no faltaba mucho para volver a vernos, pero de todas formas, me sentía triste y lo extrañaba demasiado.

Odiaba esa parte de mí, el hecho de no poder estar separado de él por más de cinco minutos porque ya me sentía de esa forma, triste, cansado, con un millón de inseguridades, reemplazado.

Como un omega lejos de su alfa.

Para no llorar en un día tan feliz, me quité la ropa y caminé hacia el baño.
Los cerámicos fríos me hicieron tiritar en cuanto chocaron con la planta descalza de mis pies.

Observé el baño entero cuando prendí la luz; estaba revestido de cerámicos de mármol blanco, los grifos eran de bronce y resaltaban perlas de colores azul y rojo para determinar cuál era el agua fría y caliente, un candelabro colgaba del techo e iluminaba toda la habitación, del lado izquierdo había una enorme bañera con botones que indicaban un hidromasaje y yo moría por probarlo.

Me acerqué y abrí el agua caliente y fría, dejando que se llenase de a poco mientras elegía música en mi celular.

No pasó mucho hasta que mi cuerpo entero se sumergió en el agua templada y mi cabeza cayó hacia atrás mientras me deslizaba por la superficie de cerámica blanca.

Me sentía tan relajado, percibiendo mis músculos descontraerse, mi cabeza viajar a otro mundo, mis ojos cerrándose de a poco...

El celular vibró en la tapa del inodoro haciendo que mi estado de calma se viera interrumpido completamente.
Puse los ojos en blanco y estiré mi brazo para alcanzarlo.
Era Louis y, por primera vez desde que nos conocíamos, me estaba haciendo una vídeo llamada.

Peaky Blinders.  [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora