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8 meses después.

Harry Styles

Tenía todo lo que alguna vez quise, pero de alguna forma, no me sentía feliz del todo.

Siempre mi cabeza divagaba entre las miles de cosas que le podrían pasar a mi hija sólo por ser la heredera de la mafia inglesa. El simple hecho que algún día alguien deseara tomar venganza y me arrebatase a Magnolia para siempre me hacía doler el corazón.

No podía dejar de pensar que su vida estaría en peligro constantemente, y ya no había vuelta atrás.

El millón de inseguridades que aparecían a diario eran un problema constante.
Yo sabía que a pesar de todo lo que habíamos vivido, si apareciese alguien que le pudiera dar todo lo que yo no podía, él dudaría entre los dos.
Y mi mente ya se preparaba para ese día, porque si él tenía que elegir entre alguien más o yo, prefería que no me eligiera.

Además, él podía encontrar a alguien mejor que yo, alguien más joven, alguien que aceptara completamente su estilo de vida, alguien que le pudiera dar más hijos.

Me sentía tan impotente, tan indefenso, tan roto.

A veces, cuando los días eran demasiado malos, ni siquiera quería estar con mi hija. Me sentaba en el sillón frente al ventanal y observaba el jardín.
Pasaba horas allí sin que nadie me molestara.

Ni siquiera le prestaba atención a lo rápido que Magnolia crecía, a su risa o a sus ojos verdes brillosos.

Habíamos descubierto que cambiaban con el clima, algunos días se volvían de un color aguado, parecidos a los de Louis, pero de repente volvían a su color natural.
Y siempre brillaban al combinar con su cabello; rizos rubios de bebé que se podían comparar con los de un querubín, tan suaves, frágiles y sedosos, con destellos dorados como los rayos del sol.

Suspiré observando la hora en el reloj de la computadora; las doce del medio día.
Era hora de volver a casa y sabía que iba a encontrarme con Louis, pero no quería. Habíamos peleado la noche anterior por el mismo tema de siempre; Magnolia.

Era nuestra única hija, nuestra pequeña bebé y quería cuidarla del mundo exterior, de todo lo malo que podría pasarle.

Y no había sido una discusión normal, ni siquiera dormimos juntos.

Apagué la computadora y salí de mi oficina, sintiendo el cansancio como todos los días.

El viento gélido que corría por los pasillos hizo que la piel se me erizara completamente.
Como siempre, todo estaba en calma absoluta; vacío y en silencio.

Llegué a la entrada y saludé a los empleados de limpieza, sabiendo que no los vería hasta después del fin de semana.

El sol del último mes de otoño me golpeó en el rostro en cuanto crucé la puerta de vidrio de la entrada.

Mi auto no estaba lejos, así que apuré mis pasos para llegar hasta él, necesitaba mi cama urgente, o tres tazas de café.

Hice saltar la alarma y me deslicé por los asientos de cuero negro, puse las llaves en el arranque y dejé caer mi cabeza sobre el volante.

Peaky Blinders.  [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora