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Louis Tomlinson

Desperté sobresaltado cuando sentí el frio colarse por entremedio de las sábanas. Ya no estaba abrazando a mi conejito ni menos sentía sus rizos hacerme cosquillas en el rostro.

No podía recordar nada... si peleamos, si nos besamos, si no lo hicimos. Nada. Absolutamente nada.

Me juré dejar de beber porque odiaba no recordar cada cosa que hacía con Harry. Odiaba que sólo fueran fragmentos de cada vez que estuvimos juntos.

Escuché que desde la cocina provenía el suave sonido de tazas chocando y la pava hirviendo. Saqué mis pies fuera de la cama, el frío de Doncaster colándose por mis huesos y haciéndome tiritar. Me calcé con mis pantuflas y bajé las escaleras para encontrarme con un hermoso ángel acurrucado en el sillón con una taza de té humeante en sus manos.

El mundo cayó a mis pies, me sentí temblar como gelatina, derretirme como hielo en el desierto.

Él estaba siendo mío otra vez. Lo tenía para mi solo.

Harry volteó a verme, como si supiera que estaba de pie detrás de él, y estiró su brazo indicándome que me sentara junto a él y me tapara con la vieja colcha en la que estaba envuelto.
No lo dudé ni un segundo, caminé despacio y me acosté a su lado, dejando caer mi cabeza en su hombro, sintiendo su calor corporal calmar mis sentidos completos y generar la revolución de amor más hermosa dentro de mi.

Mis dedos viajaron a sus rizos e hice que su cabeza se apoyara sobre la mía para así poder acariciarlo mejor.

Me perdí en el tiempo mientras lo mimaba, cada caricia era un recuerdo que atesoraría para siempre en mi memoria, rogando poder refugiarme en este recuerdo el para siempre.

—Tengo que irme Lou.

"Tengo que irme"

Por un instante olvidé por completo que Harry ya no me pertenecía como antes, que no era lo mismo. Ahora él estaba por casarse con alguien más, alguien que si lo había valorado como se merecía.

Alguien que no era como yo.

—¿Vas a casarte?—le pregunté sin pensar, era la única duda que aún seguía clavada en mi mente, lo único que me atormentaba; el pensar que alguien más reemplazaría mis caricias, mis besos, mi calor...

Harry apoyó la taza sobre la pequeña mesita de centro y volteó a verme con el ceño fruncido.
No pude evitar acercar mi dedo índice y acariciar esas arruguitas. Él sonrió en ese instante.

Estábamos siendo tan íntimos sin darnos cuenta...

—No. Pero igual debo irme.

—¿A qué? Podes quedarte.

No quería que se fuera, no quería sufrir otra vez. Y sé que era muy egoísta de mi parte, pero jamás encontré en nadie lo que vi en Harry, lo que tuve con Harry. No había comparación.

—Louis no puedo dejarlo porque si. Él piensa que vine a ver a una amiga que está a punto de morir.—tomó mis manos entre las suyas. Otra vez su calor haciéndome sentir un niño en un parque de diversiones.—Tengo que irme.

Ya no repitas esa frase, hacés que se me rompa el corazón.

—Sólo por esta noche conejito. Por favor.—le rogué, esperando que su respuesta fuera afirmativa.

—Sólo por esta noche.—repitió Harry acostándose en el sillón. Mi corazón saltó de alegría en ese instante, sintiéndome volver a la vida después de tanto tiempo.

Peaky Blinders.  [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora