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Trastabillamos con los primeros escalones de la entrada de la mansión mientras nuestros labios estaban juntos, y no tenían pensado separarse.

Mis manos desprendían a tientas la camisa de Harry y las suyas ya estaban tirando de mis pantalones.

Hice girar la llave y abrí la puerta, al cruzar por la entrada, nuestros movimientos se intensificaron; yo desnudé a Harry y él lo hizo conmigo.

Sentir su piel siempre alborotaría todos mis sentidos.

Abrí mis ojos para poder ver el camino hacia el sillón y fue entonces cuando me sorprendí al encontrar un bolso negro en el medio de la alfombra de la sala de estar.

Me separé de Harry y sus ojos viajaron hacia donde yo miraba. Sus mejillas ardieron y sus hoyuelos enmarcaron una sonrisa impura, deseosa, lujuriosa.

—¿Qué...?

—Compré cositas...

Parpadeé. Compró cositas.

—¿Qué clase de cositas?

Juntó sus manos a un costado de su cuerpo y escondió su cabeza en su hombro, como si fuera un niño pequeño a punto de recibir un castigo.

—Te dije que no era un aburrido.

—Mmm.—me incliné a besar su cuello, sosteniéndolo de la parte de atrás de su cabeza para poder sentirlo más cerca.—Déjame ver.

Harry asintió, sus rizos moviéndose alocados contra mis manos. Me obligó a que dejara de besarlo y él corrió hacia el bolso, lo abrió dejándome ver que había adentro. Mi mandíbula cayó al suelo.

Esposas afelpadas color rosa brillaban reflectando la luz de la entrada, un antifaz de raso rojo resaltaba entre los juguetes que habían ahí dentro, geles de diversos colores y sabores me estaban tentando a probarlos.

—¿Vas a querer que use todo esto en vos?—le pregunté mientras observaba con el ceño fruncido un gel lubricante de color rosa con la palabra Hot escrita entre llamas de fuego.

—Si... pero si no queres está bien.

Levanté mi vista hacia la suya, que estaba un poco más arriba, debido a que estaba de pie a mi lado.

—Si quiero.—me puse de pie otra vez, sintiendo su respiración pesada contra mi rostro.—¿Papi quiere jugar?

—¿Papi quiere darle amor a papi?

Sonreí de lado y me acerqué a besar sus labios, su piel caliente sobre la mía enviaba chispas de placer por todo mi cuerpo.
Mis dedos lujuriosos comenzaron a tirar del botón de plástico de su pantalón de vestir, intentando desprenderlo, pero a la vez jugando con él y con su necesidad de sentirnos.

Mis besos se dirigieron a la línea de su mandíbula, tan marcada que hacía que cayera una y otra vez por él. Mis labios se separaban y apretaban contra su piel blanca, salpicando mi amor por todos lados.

Tracé una diagonal invisible hacia su cuello, sintiendo lo caliente de su piel y como su corazón bombeaba sangre a través de sus venas...

No perdí el tiempo cuando llegué a sus clavículas, mi lengua se aplanó en ellas y succioné un pedazo de su piel, dejando una marca violácea para recordar lo mal que nos habíamos portado.
Sus manos peinaron mi flequillo hacia atrás y tiraron de mi cabello mientras lo marcaba.
Sus gemidos amortiguados por sus labios cerrados me estaban volviendo loco.

—Lou...

—Tranquilo, conejito. Voy a hacerte ver las estrellas.

Agradecí haberle quitado la camisa antes, porque mis labios se dirigieron a sus pezones, mordiendo su piel con cuidado, sintiendo mis dientes raspar su parte más sensible.

Peaky Blinders.  [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora