Capítulo 1

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—Cuénteme su historia.

Eso era lo que me había pedido la señora Bloomen cuando le había asegurado que quería comprar su casa. Me había dicho que había vivido una larga y feliz vida en su hogar y que ahora que el mundo la obligaba a tener que aislarse en una residencia por los cuidados que necesitaba, quería asegurarse que la historia que escondiesen las personas que había en su interior fuese cuanto menos interesante. Por supuesto, no quería una historia sensiblera, según sus propias palabras bastante tenía con sus propios llantos, quería una historia auténtica, así que me pregunté mientras el camarero estaba sirviendo el vino y mi esposa llegaba, qué podía contarle yo a esa mujer que le pareciese interesante.

¿Cómo se supone que uno cuenta la historia de su vida?

En todas las historias, siempre hay un chico bueno. Ese que está enamorado de la vecina de enfrente, que se sienta en primera fila, que sonríe y ayuda a todo el mundo y que, por supuesto, nunca tiene suerte en nada. El chico bueno de mi propia historia era yo, Jeff, aunque todos habían empezado a llamarme Sparky cuando era un niño. No por hacerme un favor sino porque había sido mi primera palabra. Era raro hasta para eso. ¿Qué niño decía "sparky" como primera palabra?

Durante el colegio y el instituto, me había pasado la vida enamorado de Sue, la chica más impresionante que jamás se hubiese conocido. Pelo largo, sonrisa perfecta... poco hubiese importado que llevase brakets durante parte de su adolescencia. Para la mayoría de nosotros era igual que recibir un puñetazo en cada ojos, pero a ella le quedaban bien. Algo que mi mejor amiga, Eli, odiaba con todas sus fuerzas.

Para que una chica como esa se fijase en mí, debía ocurrir un milagro, así que lo esperé durante mucho tiempo. Tanto que aquí estaba, con veintitrés años, con la suerte perdida en alguna parte y la preciosa Sue como mi vecina de enfrente por simples y caóticas casualidades de la vida.

—Tienes que hablarle hoy —me dijo Eli sacando el café del microondas—. Sabes que no es tan difícil. Lo único que tienes que hacer es levantar la mano, saludarle cuando la veas y sonreír. Ya no tienes esos brackets y una dentadura que dan ganas de pegarte. Así que no seas idiota.

Se sentó en el sofá con los piernas colgando mientras que yo hacía todo lo posible por arreglar mi corbata para estar decente con el uniforme del trabajo.

—Mira quién lo dice. Tú no tienes problemas para hablar con nadie —refunfuñé mirándola en el reflejo del espejo.

Eli era mi compañera de piso desde hacía cinco años. Todo el mundo decía que éramos como hermanos y así se sentía, por lo que cuando me ofreció irme a vivir con ella al piso que había conseguido, creía que no iba a suceder nada. De hecho, era una de las experiencias más maravillosas. ¡Vivía con mi mejor amiga! No todos tenían tanta suerte.

—Porque practiqué —explica antes de dejar la taza del café en la mesita que tenemos al lado del espejo—. Anda, ven. —Me terminó de arreglar la corbata enarcando una ceja—. ¿Qué harías sin mí?

—Lo primero, tener que aprender de una vez a colocarme bien la corbata —bromeé logrando que ella se riese cogiendo su taza de café al terminar—. Uy, ocho menos diez, vamos, vamos, vamos.

Abrí la puerta y supe que Eli se había escondido como hacía siempre. Nuestra vecina Sue salía por la puerta en ese momento. Me dedicó una sonrisa, pero ni tan siquiera pude decirle hola, o contestarla, me quedé completamente parado observando la belleza que tenía delante. Seguro que pensaba a estas alturas que era medio idiota.

Dos minutos más tarde, cuando Sue había desaparecido por la puerta del portal, Eli apareció aún agarrada a su taza de café.

—¿Qué tal?

The good boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora