Un mes más tarde, habíamos vuelto del viaje de novios. Estábamos algo más morenos. Nuestras pieles ligeramente bronceadas y la dicha de supuestos recién casados. Estar lejos de la ciudad me hacía más sencillo fingir que era el marido feliz que mi esposa se merecía. Sin embargo, al poner el primer pie en Nueva York, observé con tristeza que todo el peso de la realidad me recordaba la mía. Sue había empezado a trabajar de nuevo tanto como de costumbre, que los vecinos seguían escuchando esa música y no se trataba de Eli, así que no había vuelto al lugar donde yo quería. Recordé las palabras que me contó y mirando mi alianza en el dedo, supe que quería ir a verla, al menos para saber qué tal había estado después de ese mes.
Llamé a la puerta de casa de sus padres y el sonido de sus pasos me puso nervioso. Cuando la abrió, una sonrisa se extendió por su rostro rápidamente.
—¡Jeff! —dijo feliz abrazándome por el cuello.
Jadeé notando que volvía a sentirme más o menos entero por primera vez en mucho tiempo. Mis dedos temblaron al colocarse sobre mi espalda, pero ella fingió no darse cuenta de todo eso. Se separó para mirarme con la mejor de sus sonrisa aún en los labios.
—Pasa, por favor. Tienes que contarme todo lo que puedas sobre tu viaje de novios. Creía que regresaríais mañana.
—Ese era el plan inicial, pero Sue quiso venir un día antes porque tenía ganas de ponerse a trabajar, así que después de deshacer todas las maletas —dije mientras pasaba al interior de su casa siguiéndola por el pasillo—, decidí venir a verte ya que no tengo que trabajar hasta mañana.
—Sí, eso sabía por Joey. Le alegrá saber que has vuelto. Dice que no hay un solo mecánico decente en el taller, al menos no como tú. Así que... Además, parece que está empezando a tomar su papel, ya sabes...
—Sí. Sé que es el hijo de uno de los socios del mismo.
—No solo eso —explicó sentándose en el sofá—. Su padre terminó comprando el taller y otros dos más, pero quiere que ese taller sea para él, para que lo lleve su hijo. No se fía de nadie más.
—Entiendo —contesté antes de deslizar mi mirada por aquel lugar. Recordaba haber estado en el salón de la casa familiar de Eli varias veces. Las fotografías seguían estando y los muebles no habían cambiado mucho. Suponía que no debía ser fácil deshacerse de algo que, a los ojos, siempre había pertenecido a aquellos que nos habían precedido en la vida—. ¿Es ya el jefe oficial?
—No. No por el momento, pero harán pronto el anuncio. Te estaba esperando a ti. Dice que tiene una sorpresa y que quiere hablar contigo primero antes del nombramiento —aseguró mirándome fijamente, pero a mí me costaba mantener la mirada fija en ella, en sus gestos pese a que los hubiese extrañado demasiado, sentía que si seguía mirándola, terminaría por morirme delante de ella por no poder decirle lo que despertaba en mí—. ¿Quieres algo de beber?
—Agua, solo agua.
Asintió y se levantó para ir a la cocina y coger dos vasos junto a la jarra. Mientras esperaba, fui a ver las fotografías. Entre ellas, encontré una que siempre me había gustado ver allí. Éramos Eli y yo, siendo unos simples niños. Ni tan siquiera teníamos todos los dientes. El brazo de Eli estaba alrededor de mi cuello, como de costumbre y parecíamos los mejores amigos del mundo, inseparables. Sabía que ese Jeff me miraría con reproche por haber dejado que algo así se fuese al traste.
—Siempre será una de mis fotos favoritas —explicó Eli desde la distancia antes de que la dejase en su lugar—. Todo era mucho más sencillo entonces, ¿verdad? Lo único que nos importaba era poder ver la serie que queríamos y...
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The good boy
Roman d'amourEn todas las historias hay un chico bueno. Jeff tiene ese papel en su propia historia. Enamorado de toda la vida de la chica de enfrente, Sue, jamás ha podido pronunciar una sola palabra ni ha podido saludarla. Necesitaría un milagro que ni la impar...