El champán salió disparado y ella soltó una carcajada antes de servir dos copas hasta casi los topes. Levantó una de ellas y se dispuso a hacer un brindis.
—Por el novio más maravilloso que va a pisar pasado mañana el altar.
Centré mi atención en sus ojos y sonríe ante la idea de que ella me calificase como el novio más maravilloso. Eran esas pequeñas cosas las que me daban esperanzas, las que me hacían creer que quizá ella también sentía algo, por poco que fuese.
—Por la madrina más alucinante del planeta —contesté y ambos chocamos las copas dando un sorbo considerable.
Eli se levantó de su asiento y camino por toda la habitación inspeccionando. Después, sonrió mirándome con malicia.
—¿Te apetece que nos manden a la mierda? —bromeó antes de colocar algo de música de fondo. Era una música sugerente, The Weeknd para ser más exactos, todas las canciones que había escogido conmigo para que la stripper hiciese su particular show—. Quizá no sea la música más apropiada, pero fingiremos que hay una stripper. Ya mañana demandaré a esos idiotas de la agencia.
—Mejor déjalo para después de la boda.
—¿Qué? ¡No! ¿Cómo puedes decir eso? Tienes que tener tu striptease. Es el primer requisito del que hablamos cuando pensamos por primera vez en qué haríamos en nuestra despedida de solteros —se quejó caminando nuevamente hasta la silla.
—Pero no hay nadie que vaya a hacerme uno.
Quizá fuese porque el champán se le había subido rápido a la cabeza o porque estábamos solos o, por último, esa música sugerente, pero una llama se encendió en sus ojos y supe lo que iba a hacer. Mi corazón se aceleró en el mismo momento que sus caderas comenzaron a moverse lentamente haciéndome distinguir a la perfección la forma de ese cuerpo enfundado en un vestido demasiado estrecho para contentarlas. Entreabrí los labios y contemplé el bamboleo casi hipnótico sin atreverme a mirarla a los ojos.
Sus manos comenzaron a recorrer su propio cuerpo, intenté mantener una sonrisa, pero me fue imposible. No podía fingir que esa escena era algo a lo que pudiese ser inmune. Eli era preciosa, siempre lo había sido y ahora contoneándose para mi deleite aunque solo fuese un baile, encendía todas las alarmas que no había sido consciente que se disparaban por su culpa.
El vestido azul que jugaba a hacer algunas arrugas en zonas donde le quedaba un poco grande, era el objeto que más envidiaba de esa habitación y que contemplaba con el mismo deseo que si quisiese que ardiese en miles de fragmentos en este mismo momento. No sabía si Eli era consciente de lo que estaba encendiendo, pero sabía bien cómo regular la temperatura, cómo provocar más y no quise imaginar qué es lo que había tenido que disfrutar su prometido.
Caminó hacia mí y se sentó sobre mi regazo a horcajadas, levantó mi mentón con uno de sus dedos y pude ver que no sonreía buscando molestarme, era algo diferente. Estaba entregada a aquella tarea. Su mano derecha cogió la mía izquierda y me hizo colocarla en su espalda lo que aprovechó para echarse hacia atrás dándome una visión que no llegaba a entender porqué me resultaba tan excitante.
Dejé la copa donde primero pillé y usé mis dos manos para evitar que se cayese además de para ayudarla a levantarse recibiendo una cascada de cabellos caramelo sobre mi propia cabeza.
—Baila conmigo —susurró y asentí casi como un autómata, completamente hipnotizado por aquella ninfa.
La seguí colocándonos en medio de ese corrillo que hacía solo media hora había estado lleno de mis amigos esperando a esa stripper que no parecía llegar nunca. Se movió con su propio cuerpo como eje y bajé la mirada por instinto a esas peligrosas caderas que golpearon despacio las mías propias.
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The good boy
RomanceEn todas las historias hay un chico bueno. Jeff tiene ese papel en su propia historia. Enamorado de toda la vida de la chica de enfrente, Sue, jamás ha podido pronunciar una sola palabra ni ha podido saludarla. Necesitaría un milagro que ni la impar...