Capítulo 27

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Observé el test tantas veces como necesité para creerme que era real. Las dos líneas estaban claramente diferenciadas. Era un positivo como una catedral que me golpeaba con la misma fuerza que lo haría uno de esos edificios. Cada segundo podía ver que todo lo que había construido a mi alrededor se desmoronaba y más cuando la alegría de Sue no podía ser correspondida. No quería tener un hijo, no ahora, no cuando había hecho todo para no tenerlo, no cuando no había pedido nada de todo eso ni mucho menos cuando mi relación con Eli había empezado a ser algo más importante. Por fin parecía que ambos habíamos aceptado todos los requisitos de ser inmorales, pero ahora todo volvería a derrumbarse delante de mis narices.

—¿Jeff? —Levanté la mirada inmediatamente despertando de aquel conjunto de pensamientos que me estaban consumiendo por momentos—. ¿Estás bien?

Sue me miraba con esos grandes ojos azules, parpadeando varias veces como tenía costumbre de hacer. De hecho, empezaba a pensar que se había olido algo, que había visto algo, que... pero no tenía sentido. Ella no era mala, no al menos hasta ese punto o lo hubiese podido ver, ¿verdad?

—No —admití antes de levantarme del sofá.

—Es algo bueno, ¿no?

—¡No! Sería algo bueno si lo hubiésemos buscado, pero... no, no es algo bueno ni bonito ni ahora mismo soy capaz de procesarlo —expliqué llevándome las manos a la cabeza mientras la sensación de asfixia volvía a estar presente en mi cuerpo—. No puedo pensar. Es como si...

—Como si... ¿qué?

—No lo sé, no lo sé. Necesito salir. Necesito salir —dije de forma atropellada antes de irme del interior de aquella casa que poco a poco se había convertido en una cárcel para mí desde que estaba con ella y ahora había reforzado sus medidas de seguridad con esta noticia después de haberme permitido pasar los mejores días de mi vida con Eli en su interior. Me daba una cal y otra de arena.

Ni tan siquiera fui consciente a dónde me llevaban los pasos hasta que vi la puerta de Eli. Imaginaba que podía estar su prometido en el interior y quizá me hubiese importado en algún otro momento, pero ahora la necesitaba, al menos para que me diese un abrazo aunque no supiese el porqué.

Llamé al timbre y su melena caramelo fue lo primero que vi al otro lado. Su sonrisa instantánea poco a poco fue esfumándose al leer mejor mi expresión.

—¿Estás bien?

Negué antes de meterme en su casa y abrazarla con fuerza mientras la levantaba del suelo para poder hundir mi rostro en su pecho, avanzar y cerrar la puerta con el pie. Eli rodeó mi cabeza con sus brazos y acarició con lentitud mi cabello.

—Jeff, eh... ¿qué ha pasado?

No quise hablar, no podía hablar. Tenía una piedra en la garganta y hasta que no la expulsase no podría pronunciar una sola palabra.

—Por favor, me... me estás asustando.

La bajé al suelo y tras aspirar su aroma, acaricié su mejilla con mis dedos antes de permitirme tener un lujo que ella no iba a concederme cuando supiese lo que había pasado. Besé sus labios como aquel que sabe que será la última vez que los pruebe. Noté la crudeza de esa afirmación en cada milímetro de mi ser. Sabía que todo mi cuerpo iba a morir por tener que alejarme de ella. Iba a volver a experimentar el verdadero infierno.

—Por favor, dime, ¿qué te ha pasado? —musitó cogiendo mi rostro entre sus manos.

—Sue ha vuelto y...

Sus ojos me volvieron a observar esperando que continuase la frase, pero no me creía con las fuerzas suficientes ya que sabía que allí donde el amor se podía ver temblando, temeroso de que le fuese a decir que su miedo se había hecho realidad, se rompería del mismo modo aunque yo no quisiese a Sue. Podía verla frágil, pequeña, como tantas veces que la había contemplado a lo largo de los años.

The good boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora