Supe que había dicho que sí. Me llegó un mensaje de Joey dándome las gracias por las ideas. Así que cuando la casa vacía recibió mi suspiro, agradecí no tener que ocultarlo.
Al día siguiente, Sue me informó que tenía que ir a hablar con su madre, pero que ambas preferían estar solas para pasar un rato madre e hija. Así que, aquel día estaría solo, lo bastante para compadecerme. Puede que, incluso, tuviese el resto de la semana en falsa soltería porque parecía que los problemas que había en la familia de Sue se estaban volviendo más importantes. No sabía porqué me mantenía al margen, pero lo hacía. Me aseguraba que era mejor así y aunque comprendía que había cosas que tenía que hacer ella sola, esperaba que, como pareja, encontrase algo de apoyo en mí. Después, me recordaba que yo mismo no buscaba apoyo en ella, que interpretaba un papel indicándole que todo iba bien, que era feliz, que todo era lo que debía ser.
Ese día llovió, mucho. Miraba la ventana pensando en qué diablos era lo que había propiciado que estuviese cayendo el diluvio, sin embargo, la sorpresa no vino sola en forma de lluvia sino cuando alguien llamó a la puerta.
Eli estaba al otro lado, calada de los pies a la cabeza. Me miraba con el rostro serio, deshecho, mientras que su mirada me maldecía.
—¿Por qué lo has hecho? —preguntó sin dejarme decir una sola palabra después de la sorpresa inicial.
—¿Qué he hecho?
—Le dijiste a Joey lo que debía decir. Le dijiste a Joey palabras que terminó repitiendo una a una y que supe que habían salido de ti desde el momento que escaparon de sus labios —me acusó con uno de sus dedos caminando hacia el interior de la casa—. Lo hiciste. No lo niegues.
—No lo niego. Me preguntó qué le dije a Sue y le dije lo que creía que podía decirte a ti, nada más —aseguré encogiéndome de hombros—. No pensé que fuese a usar mis palabras.
—Lo hizo —bramó, pero parecía que le costaba hablar, el labio inferior le temblaba y el enfado era evidente—. Lo hizo. Una a una.
—Son solo palabras, ¿no? Tendrán más sentido en sus labios que en los míos —intenté escudarme aunque sabía bien porqué me lo estaba recriminando.
Ella se rio de manera irónica y se quitó el pelo de la cara echándoselo para atrás.
—¿A ti te parecería bien que cuando recordases uno de los momentos más bonito de tu boda no fuese tu mujer la que dijese las palabras? Imagina que hubieses sabido que vuestro primer te quiero lo dijo solo porque yo lo hubiese dicho o que cuando te llamase cariño tú recordases mi voz, que yo hubiese pronunciado esas palabras antes, que penetrase más mi voz en tu mente que la suya porque era escucharme a mí y no a ella —explicó alterada moviendo sus manos demasiado mientras que el anillo que tenía en su dedo brillaba por ello cuando la luz se reflejaba en él—. ¡Eres cruel! ¡Eres muy cruel!
—Lo siento...
—No, no lo sientes. Querías que terminase acordándome de ti para que dijese que no, ¡eso era lo que querías!
Su dedo golpeó en mi pecho como si estuviese buscando una batalla cuerpo a cuerpo.
—¿Y qué importa? ¡Te has prometido con él! Punto.
—¡No! No, punto no. Porque tú me has fastidiado uno de los días más felices de mi vida con tu presencia. Porque te vi a ti. Porque cuando dijo esas palabras no era él... yo...
—Te prometiste a él. No sé a qué viene todo esto.
Eli pareció salir de sí y terminó golpeando mi pecho con uno de sus puños. Me miró jadeante y me encogí de hombros ya que no estaba entendiendo nada.
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The good boy
RomanceEn todas las historias hay un chico bueno. Jeff tiene ese papel en su propia historia. Enamorado de toda la vida de la chica de enfrente, Sue, jamás ha podido pronunciar una sola palabra ni ha podido saludarla. Necesitaría un milagro que ni la impar...