Capítulo 8

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 —¿Te gusta el sitio? —preguntó mientras nos servían la primera copa de vino. Me sorprendía que allí hubiese también camareros, pero cuando uno tenía posibilidad suponía que eso era lo de menos.

—Me encanta... es... se me han puesto los pelos de punta —aseguré levantándome la manga de la camisa, sin embargo, ella vio algo más, algo que no era mi intención enseñarle.

—¿Qué es eso? —Su dedo señaló a una parte muy concreta de mi cuerpo, el interior de la muñeca.

—Un tatuaje. Me lo hice hace un par de años.

—¿Eres de los chicos que llevan tatuajes?

—Sí. Me gustan mucho. No como para tener todo el cuerpo tatuado, pero sí para dejar pequeños tatuajes en algunas partes de mi cuerpo. Bueno, algunos no tan pequeños —confesé soltando una pequeña risa—. Recuerdo que cuando me hice el del costado comencé a llorar un montón, pero mereció la pena.

—¿En el costado? No me... fijé —dijo la última palabra demasiado deprisa y supe bien porqué.

—Estábamos a oscuras y tampoco es que... te diese muchas posibilidad de mirar nada —musité antes de carraspear—. Ya tendrás oportunidad de verlo con luz natural y sin... esas condiciones.

Podía notar toda mi cara arder mientras estábamos hablando de ese tema, pero la sonrisa cómplice que apareció en sus labios me hizo pensar que no estaba todo cerrado en ese aspecto, lo cuál agradecí muchísimo porque había sido una de las mejores experiencias de mi vida. La única en ese sector, pero suponía que era comprensible, que todos me entenderían.

La cena estaba elegida previamente y me fijé que se trataba de una ensalada caprese. La había comido alguna vez, pero no era un plato que me encantase, sin embargo el motivo para estar allí era otro, no la comida, así que masticar y tragar sería el mantra durante ese plato mientras esperaba que la conversación fuese agradable.

—¿Por qué has organizado todo esto?

Sue se rio antes de bajar la mirada avergonzada.

—Cuando me hablaste de lo que habías hecho con Eli, sentí algo, como si debiese darte una sorpresa también por haber sido un amigo tan fantástico con ella. Sí, lo sé, es una tontería y no me incumbe, pero... —Puse mi mano sobre la suya logrando que parase de hablar.

—Es más de lo que merecía. Es cierto que no debiste molestarte, pero que quisieses compensarme por algo así resulta entrañable. No podía esperar nada mejor de lo que ya conozco y vienes con algo así. Gracias —contesté sonriéndole con verdadera felicidad y sinceridad.

Su rostro se iluminó y comenzamos a cenar.

Después de esa cena, Sue y yo seguimos viéndonos hasta que, finalmente, nos hicimos novios oficiales. El sexo formó parte de nuestra rutina más o menos diaria, así que terminaba durmiendo en su casa. Por eso, una mañana empezaron a despertarnos dando al timbre y a la puerta como si estuviese ocurriendo una desgracia.

Tenía tan solo los bóxer puestos y como Sue se ponía tapones para dormir, algo que había aprendido al quedarme por la noche con ella, no se enteró de nada. Fui rápido y con un ojo abierto tan solo a la puerta pensando que algo malo estaba sucediendo. Pero al abrirla me encontré con Eli emocionada y al borde de las lágrimas con una gran sonrisa en la cara. Se lanzó a mis brazos casi asfixiándome al rodear mi cuello con los suyos y gritó sin importarle que pudiese despertar a alguien.

—¡Ha llamado, Jeff! ¡Ha llamado!

—¡Shhh...! —La separé de mí y fruncí el ceño como si mis neuronas se hubiesen despertado de pronto para poder sumar uno más uno—. Espera, ¿ha llamado el editor?

The good boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora