Capítulo 11

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Aún sigo sin comprender qué fue lo que me pasó en ese momento o porqué dije esas palabras, pero la reacción por parte de Sue me hizo entender hasta qué punto la había herido. Su sorpresa llegó en forma de lloros y quizá por estar en otro mundo, la mía fue levantarme e irme de allí como si mi cuerpo hubiese puesto el piloto automático mientras que mi cabeza estaba en shock.

No me di cuenta de la gravedad de mis palabras hasta que la puerta de mi anterior casa se cerró tras de mí y Eli apareció en el pasillo mirándome con la misma extrañeza que yo me hubiese observado a mí mismo tras haber sido testigo de todo lo que había ocurrido.

Eli no tuvo que preguntarme nada, como si lo intuyese después de mirarme durante unos segundos, corrió hacia mí y me abrazó con todas sus fuerzas sabiendo que ahora era yo el que tenía que ser protegido de todo lo que estaba cruzando por su cabeza. De hecho, no pude evitar notar que mi corazón se rompía en el mismo momento que sus brazos me aferraron a ella con ese cruel golpe de la realidad. Había dejado al amor de mi vida tan solo porque me había preguntado por un libro. Eso era lo que había pasado.

Me agarré a Elli llorando contra su pecho colapsando por completo. Tenía ganas de huir hacia Sue para decirle que me perdonase, pero una parte de mí se negaba a moverse, a regresar a ese punto muerto en la relación que me había hecho tan desdichado por quitarme a quien tanto había querido durante mucho más tiempo.

La tarde completa no fue nada más que un conjunto de horas que se sucedieron con la misma lentitud y rapidez como si estuviesen jugando a volverme loco. Eli no se separó de mí pese a que seguramente tenía mil cosas más que hacer que estar cuidándome. Ni tan siquiera me hizo hablar, solo me recordó que cuando quisiese contarle lo que había pasado ella estaba allí para escucharme.

—¿Puedo quedarme aquí a dormir? —fue lo primero que pregunté en un susurro.

—Claro —fue su respuesta y tras negarme a cenar me llevó a dormir.

—Gracias por haber venido —musitó Eli bajo antes de cerrar la puerta. El sonido del timbre me había despertado, pero me había quedado en posición de letargo, la única en la que era capaz de estar.

—No te preocupes. Me pareció extraño que no viniese a trabajar de la noche a la mañana —aseguró una voz que no pude distinguir con claridad desde el principio—. Espero no haberle despertado o algo parecido.

—Creo que no. Pero eres el primero que le llama, así que pensé que...

—No. Está bien. Tranquila.

Unos sonidos después distinguí que eran pasos y cuando finalmente estuvieron en el salón, me fue imposible escucharles fuese quien fuese el que estuviese allí hablando con Eli. Volví a sumergirme en mi sueño, en ese letargo precioso en el que no sentía nada ni a nadie. Me había perdido la hora de trabajo y me daba igual, por primera vez en mi vida. Ni tan siquiera sabía de cuánto retraso estábamos hablando, solo dormía y permanecía despierto un par de horas en las que el llanto me hacía perder toda clase de fuerzas para terminar deshaciéndome entre las sábanas una vez más sin haberme ubicado en el tiempo y en el espacio.

Eli me despertó de pronto una mañana. Me quitó las sábanas de encima y me regaló una sonrisa enorme.

—Levanta, vamos.

—Eli, no quiero...

—No me importa si quieres permanecer el resto de tus días convertido en una seta con la cama. Tienes que levantarte al menos de vez en cuando para que pueda lavar las sábanas. Así que, vamos, arribota —ordenó agarrando mi mano para tirar de mí.

Finalmente, de tanto impulso y un nuevo tirón de mi brazo por su parte, acabé demasiado cerca de ella como para no sentir su olor envolviéndome en un dulce abrazo lleno de rosas y de alguna clase de cítrico.

The good boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora