Las horas pasaban lentas cuando se trataba de no tener a Eli conmigo. Tampoco recibía muchos mensajes de Sue por mucho que hacía lo posible por intentar saber si ella estaba bien; sin embargo, ella no pronunciaba una sola palabra sobre el tema. Había empezado a temer que algo malo estuviese ocurriendo de verdad.
Así que, cuando escuché el timbre de la puerta, fue un verdadero milagro entre horas de silencio. Eli había venido. Su sonrisa fue igual de grande que esa a la que me tenía acostumbrado. Dejé que entrase y cerré la puerta justo después de que pasó. Sus labios me reclamaron con el deseo propio de quienes habíamos sido negados a mostrar nuestros sentimientos durante demasiado tiempo.
—Hola.
—Hola —contesté volviendo a sonreír y nuestros labios se encontraron una vez más recibiendo un apogeo de emociones.
—¿No vas a preguntarme por mi decisión? —Enarcó una ceja comenzando a jugar con el cuello de mi camisa.
Reí porque resultaba bastante evidente, pero le daría el placer de decirme qué era lo que había decidido.
—Me tienes en ascuas, ¿no vas a contármelo?
También se rio dándome un suave beso en los labios.
—Mientes fatal.
Puse mis manos en sus caderas y las apreté contra mi cuerpo en un intento por sentirla tan cerca como fuese posible.
—He decidido que... —musitó antes de levantar su mano mostrándome ese anillo de pedida—, que mientras esté contigo este anillo será la prueba de que estoy enamorada de ti.
Fruncí el ceño y negué varias veces.
—No. No quiero que sea el anillo que te dio él. Espera —pedí robándole un beso y yendo hacia el escondite donde tenía metido el anillo que había comprado porque había visto en él el rostro de Eli, con una sonrisa, diciéndome que sí, que se casaría conmigo cuando lo usase.
Debajo de una de las baldosas sueltas que había bajo la cama, había encontrado el lugar ideal. Metí la mano y saqué la pequeña cajita que no tenía ese terciopelo negro elegante sino uno rojo, intenso, de pasión, de amor. Regresé con él al salón y volví a sonreír moviendo la caja como si pudiese saber lo que había en su interior.
—Después de nuestra incursión en la tienda, decidí hacerme con él por... por si alguna vez llegaba a tener el valor —expliqué nervioso antes de abrir la caja.
Eli miró el anillo y lo recordó, pude verlo en sus ojos.
—Si... si fingimos que es la muestra de amor, preferiría que fuese algo mío, un anillo que yo te haya regalado.
Cogió la caja con cuidado y contemplé su expresión, era la misma que había imaginado cuando había pensado en ella, en cómo terminaría por aceptarme en algún momento pese a que la pregunta no había salido de mis labios.
—Quiero que lo tengas como una promesa, Eli. La promesa de que voy a poder ponerte ese anillo en el dedo un día para después pedirte que te cases conmigo y ahí, bueno, estará en tu mano si decides casarte conmigo o no —musité inclinando ligeramente la cabeza hacia el lado derecho.
Miró su dedo y se quitó rápidamente el anillo que le había dado Joey, en su lugar, se puso el mío, suspiro con los dedos temblorosos antes de llevar esa misma mano a mi pecho buscando los latidos de mi corazón.
—Cumpliré esta promesa.
—¿Pase lo que pase? —preguntó con la voz tan temblorosa como sus dedos.
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The good boy
RomanceEn todas las historias hay un chico bueno. Jeff tiene ese papel en su propia historia. Enamorado de toda la vida de la chica de enfrente, Sue, jamás ha podido pronunciar una sola palabra ni ha podido saludarla. Necesitaría un milagro que ni la impar...