Capítulo 7

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 —¡Esto es una mierda! —gritó tirando todos los papeles a la pared más cercana.

Levanté mi mirada que tenía puesta en el teléfono mandándole algún que otro mensaje a Sue que lograba darme nuevas razones para sonreír, en el momento que esa lluvia de papeles que era la nueva novela que Eli estaba escribiendo había terminado por inundar el salón.

Frustrada, había apoyado la cabeza en la mesa y resoplado hasta que se había puesto a llorar. Sabía lo que era. Siempre se ponía así en los momentos que intentaba continuarla cuando estaba atascada. Dejé el teléfono a un lado y me puse a recoger algunas hojas para colocarlas sobre la mesa en cuanto llegase a ella y no pisarlas.

—Eh.. ¿qué es lo que te pasa?

—Que no valgo para esto, Jeff —resopló aunque sabía que era una forma de intentar contener las lágrimas. Podía imaginarme a la perfección su expresión y con la cabeza mirando al suelo no podía verla.

—No digas eso. Eres una escritora excelente.

—¡Mentira! Soy un desastre. Todo lo que escribo es una mierda, lo sé. Por eso no ha llamado ese maldito agente ni lo hará. No valgo para esto.

Recordaba haber visto a Eli trabajando casi sin descanso en su primera obra y también los nervios que había sentido cuando había decidido dejarlo todo, no seguir trabajando. No era como si lo necesitase porque sus padres, pese a todo lo que había pasado, siempre le daban dinero de sobra, pero ella no había querido depender de ellos hasta que quiso luchar por lo que había sido su sueño desde que era una niña.

—Mírame...

—¡No!

—Eli, venga, mírame.

—¡Que no!

Tuve que contener una carcajada porque se ponía adorable cuando era así de cabezota. Así que, obligado a buscar su mirada, me metí debajo de la mesa y sentándome, apoyé mi cabeza sobre sus rodillas observando su rostro triste, con los ojos cerrados y con lágrimas amenazando por caer sobre mi rostro. Veía su dolor incluso así, aunque su mentón estuviese a la altura de mis ojos y su frente a la altura de mi barbilla.

—No llores —pedí subiendo mi mano hasta su mejilla y acariciando con mis dedos su piel para limpiarle las lágrimas.

Abrió los ojos y suspiró cuando me vio allí.

—Es que... no es justo —repuso al borde de una nueva oleada de llanto.

—¿Qué no es justo? ¿Que tengas más talento que todo el mundo y que nadie sepa verlo? ¿Eso es lo que no es justo?

Negó varias veces y sorbió su nariz antes de secarse ella misma las lágrimas con algo de violencia.

—Que nada de lo que quiero se haga realidad. Eso no es justo.

La contemplé durante unos instantes sintiendo que mi corazón se oprimía por el dolor. Suspiré profundamente antes de negar varias veces.

—Lo siento.

—¿Por qué? No has hecho nada.

—Claro que sí. Me he quedado con toda la suerte del mundo —aseguré cogiendo su mano y entrelazando nuestros dedos—. Todo lo que quiero lo tengo. Tengo conmigo a la chica más fantástica que nadie pueda imaginarse.

—Ya... Sue.

—No. Hablaba de ti. Sí, estoy loco por Sue, pero si en algún momento tuviese que escoger quién es la chica más maravillosa, no lo dudaría. Te elegiría a ti. No porque fuese a formar una familia o algo romántico contigo; no... sino porque eres esa persona, la una entre billones que hay en este planeta, con la que puedo contar incondicionalmente, que solo un cruasán le alegra la mañana, que me ayuda a lucir presentable, que es fuerte y valiente como para abandonar su trabajo por su pasión. Así que, lo siento, el mundo no es justo contigo porque fue demasiado generoso conmigo —concluyo encogiéndome de hombros.

The good boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora