Despedirme de Eli en aquella ocasión fue aún más difícil que otras veces. El anillo pesaba en mi bolsillo y le había dicho que lo haría esa misma noche porque sino Sue terminaría averiguándolo; pero no quería. Lo único que deseaba menos que regresar a mi casa, era seguir dando pasos hacia la misma ya que sabía que tendría que hincar la rodilla. Debería susurrarle que la amaba cuando no lo hacía, jurarle que le prometería amor eterno delante de todo el mundo en el altar; pero no era capaz de hacerlo. Así que aunque hubiese querido ir detrás de ella y cogiéndola de la mano correr juntos a cualquier lugar donde escribir nuestra propia historia, lo hice. Llegué a mi hogar, preparé una cena con velas y le pedí matrimonio a Sue con el sobrecargado anillo de pedida que me había costado tres meses de sueldo.
A partir de entonces, todo habían sido felicitaciones y que todo, desde el minuto uno, girase alrededor de la boda; una boda que parecía que teníamos que celebrar cuanto antes. Vi a personas preguntarme si me gustaban flores, otras insistir en que había que tener niños cuanto antes; pero lo único que iba experimentando conforme pasaba el tiempo, era una sensación horrible de ahogo hasta tres días antes de la boda cuando había terminado aterrizando de golpe en la terraza del restaurante buscando aire desesperadamente.
—Ey, ¿estás bien? —preguntó Eli saliendo del salón.
Asentí, mintiendo, porque no lo estaba. Hacía demasiado tiempo que no estaba bien. Mis manos se aferraron con fuerza a la barandilla de piedra que me separaba del vacío de varios metros que daban la posibilidad de tener una vista preciosa, pero que me hacían desear ser parte de esos animales que correteaban ajenos a la horrible verdad que iba a ocurrir tres días después. Tendría que decir que sí a la mujer que no quería y dejar escapar definitivamente a la que necesitaba.
—No lo parece. Es como si te estuvieses poniendo enfermo por momentos —musitó acariciando mi cabello y cuando lo hizo, pude respirar de nuevo hasta que dejó de tocarme.
—Estoy bien. Solo... estoy un poco agobiado.
Sonrió antes de apoyarse en la barandilla mirando el interior del edificio, una pared acristalada nos separaba de todos los comensales que se habían vuelto a centrar en sus propias cenas para ver si estaban deliciosas o no, algo que volverían a comer tres días después celebrando algo muy distinto: mi propia condena.
—Es normal. No tiene nada que ver todo esto con lo que imaginaste para el día de tu boda, ¿te acuerdas? —preguntó sin apartar la mirada del edificio.
—No.
—Tú y tu memoria de pez... Recuerdo que dijiste que querías que fuese sencillo. La novia, los testigos, tus padres, yo y poco más... Nada recargado y cuanto menos flores posibles. Una ceremonia en la playa, incluso, sería lo ideal para ti. Quitarte la camisa y meterte en el agua con la novia para celebrar que erais marido y mujer —continuó con una sonrisa en sus labios—. Dijiste que no habría champán, solo piña colada y quien quisiese algo, que lo trajese al estilo botellón. Darías de comer pizza porque le gusta a todo el mundo y de postre, todas las clases de chocolate del mundo, porque también parecía gustarle a todo el mundo. No necesitarías nada más que a ella y a los que quieres contigo. El resto te sobraba.
Desvié mi atención de ella a la gran ceremonia donde tan solo habían venido ahora los más allegados para hacer la cena de prueba. Eran cincuenta y sabía que estaría en una iglesia frente a trescientas personas más. Muchas de ellas no las conocía y otras tantas directamente me daban igual; pero habían sido invitados por los padres de Sue y no había sido capaz de decir que no ya que tenían todo el derecho a invitar, al menos, según mi prometida quien adoraba presumir su anillo feliz por haber logrado llegar a esta etapa de la vida.
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The good boy
RomanceEn todas las historias hay un chico bueno. Jeff tiene ese papel en su propia historia. Enamorado de toda la vida de la chica de enfrente, Sue, jamás ha podido pronunciar una sola palabra ni ha podido saludarla. Necesitaría un milagro que ni la impar...