Aquella noche, Eli la pasó conmigo. Su cabello poco a poco se había ido secando y mientras pasaba mis dedos por él no había ni rastro ya de humedad. Mis labios permanecían pegados a su frente. Se había quedado dormida tan solo a ratos porque pronto volvía a despertarse como si necesitase saber que estaba allí y que esto no era un sueño. No podía culparla, yo permanecía tumbado, observándola todo el tiempo y sin pegar ojo por el mismo motivo.
—Tengo miedo —susurró en medio del silencio de la noche.
—¿De qué? —pregunté buscando sus ojos que parecían perdidos en un punto de la habitación.
—De que todo esto no sea real.
—¿Crees que es un sueño?
Negó antes de levantar su cabeza para mirarme a los ojos.
—No. Si fuese así, si fuese un sueño, no sería tan bueno. Ese es el problema.
—¿Temes que vaya a hacerte daño a propósito?
Mis ojos se encentraron en la forma que sus facciones, en cómo lentamente se volvían una mueca de vergüenza dolorosa recordándome que había pensado algo malo de mí una vez y que yo mismo había sido responsable de la forma en que ella había terminado distorsionando mi verdadera forma de ser. Si no la hubiese dejado, si no la hubiese alejado, si...
—Nunca te hice daño queriendo hacértelo.
—Lo sé y eso es lo que más me aterra —susurró con un hilo de voz.
—¿Qué crees que pasará? Cuéntamelo... Antes nos lo contábamos todo.
—Temo que llegue, temo verte con Sue y comprobar que ese amor que he visto durante años vuelve a estar ahí, brillando con la misma fuerza de siempre, como si yo no estuviese, como si nunca hubiese estado —explicó levantándose de mi cuerpo y usando la sábana para tapar su cuerpo.
—Crees que todo será igual que era.
Asiente antes de secarse una lágrima que odiaba que estuviese volviendo a provocarle. Suspiré levantándome con cuidado antes de apoyar mi espalda en el cabecero de la cama.
—¿Cómo puedo convencerte de que eso no va a pasar? —cuestioné esperando una respuesta contundente, una razón por la que ella me creería, pero la cruda realidad era muy diferente, ella no iba a darme una respuesta clara y concisa porque no la había. Nada podía provocar que ese miedo no existiese.
—Lo siento, Jeff, lo siento...
Negué antes de tomarla entre mis brazos para sentarla en mi regazo buscando mantenerla pegada a mí, piel con piel, por una forma egoísta, porque yo la necesitaba mucho más que cualquier cosa en este mundo. Probablemente no era nada importante para los demás, pero para mí era mucho más de lo que podía imaginarse cualquiera. Teniéndola conmigo, de ese modo, lo único que podía experimentar era paz, tranquilidad, sentirme a salvo, respirar, y no obligarme a sentir ese vacío que acostumbraba a aparecer cuando ella parecía alejarse de mí, cuando las barreras se posicionaban entre nosotros una vez más.
—Escucha, hagamos algo, ¿vale? Dejemos que pase el tiempo. Dejemos que sean los días los que resuelvan tus dudas. ¿Te parece bien?
Suspiró y terminó asintiendo suavemente aunque había una pregunta en sus ojos.
—¿Vamos a estar juntos y... con ellos?
—Bueno, no es la mejor opción ni la que más me agrade, eso debo confesártelo, pero tampoco te negaré que si he esperado tanto para besarte otra vez, me voy a obligar a esperarte más tiempo si tú necesitas saber que todo esto es real —aseguré antes de encogerme de hombros mientras la apretaba a mi cuerpo—. No es ético, lo sé, ¿pero lo es estar con alguien cuando tu corazón pertenece a alguien más? Ya llevamos demasiado tiempo lejos de ser éticos.
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The good boy
RomanceEn todas las historias hay un chico bueno. Jeff tiene ese papel en su propia historia. Enamorado de toda la vida de la chica de enfrente, Sue, jamás ha podido pronunciar una sola palabra ni ha podido saludarla. Necesitaría un milagro que ni la impar...