Capítulo 5

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La llevé a un sitio más discreto. La cafetería en la que estábamos en ese momento estaba prácticamente desierta y nos habíamos sentado en una mesa lo bastante alejada de miradas indiscretas. Nuestros ojos se encontraron varias veces, pero ninguno parecía saber bien qué decir. Lo único que yo podía hacer era fijarme en la forma en que sus labios mostraban ligeras sonrisas, que su nariz respingona parecía arrugarse cuando la miraba, como si se tratase de un acto reflejo que esperaba que no fuese nada malo.

—Perdona que...

—No, no tienes que disculparte. Yo... si te hice sentir incómoda yo no..

Ella negó rápidamente y se apresuró a contestarme:

—¡No! En fin... no... no me forzaste ni nada. No es eso. Es que... verás, no estoy acostumbrada a estar con nadie durante la primera cita —explicó con las mejillas completamente enrojecidas—. Es que sentí un... no sé.. —resopló y terminó tapándose el rostro con los manos como si estuviese buscando esconderse de mi vista

Quizá no verla fue todo lo que logró que pudiese tomar algo más de valor para que ella no tuviese que explicarse.

—Llevo enamorado de ti desde que tengo uso de razón —expliqué bajando la mirada a la mesa por si ella se atrevía a mirarme—. Recuerdo que la primera vez que te vi supe que eras la más guapa del mundo. He tenido la suerte de ser tu vecino durante toda mi vida aunque me cambiase de piso y me he odiado cada día por no ser capaz de pronunciar una sola palabra cuando tú estabas delante. Por eso... por eso quizá fui demasiado deprisa, porque he esperado años a tener una mísera oportunidad de que te fijases en mí y pensé que sería un sueño. Aún lo siente irreal. En fin... tú, con alguien como yo, es que no me cabe en la cabeza aún...

Cuando volví a atreverme a mirarla, sus ojos me contemplaban en silencio y cargado de emocionar que no podía describir. El camarero apareció justo en ese instante interrumpiendo la conversación y salimos de esa especie de ensimismamiento para regresar al mundo real donde le dijimos lo que queríamos tomar.

—¿Llevas enamorado de mí desde que éramos niños? —preguntó con una sonrisa que me hizo saber que no le parecía algo raro como había sido mi temor.

Asentí mordiendo mi labio inferior. Ya había dicho algo así, así que qué importaba seguir abriéndome en canal.

—Eres la única chica de la que he estado enamorado.

El silencio que nos envolvió no supe bien cómo tomármelo. Mi corazón iba a mil por hora y pensaba que había vuelto a meter la pata en todos los sentidos, así que empezaba a temer que ella se levantase de allí y se marchase dispuesta a demandarme por acosador o algo parecido. Podía notarse que no era bueno en las relaciones amorosas desde la distancia y me sentía evaluado, como si el hombre que se estaba tomando una copa con un libro en la mano me estuviese juzgando dispuesto a levantarse y decirme que había hecho la mayor cagada de la historia de la humanidad. Casi podía imaginarme al resto del mundo golpeándose en la frente con la palma de la mano preguntándose qué demonios se me cruzaba por la cabeza para pensar que algo así era buena opción.

Me incliné hacia delante, intentando replegarme sobre ese café que me trajo el camarero. Seguramente era de las pocas personas que perdían un café a la hora de la cena. El cielo nocturno había mostrado su belleza mientras Eli y yo estábamos en la noria, así que a saber la hora que sería en ese mismo instante.

—Nadie me había dicho algo así.

—Bueno... dudo que no hayas tenido enamorado a cualquiera desde el momento que te haya visto. En fin... mírate... —repuse sin pensar y ella se rio avergonzada—. ¿Qué?

The good boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora