C A P I T U L O 3

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Como si nada.

Austin.

Tenerla así de cerca y comportarme como si no tuviera un remolino en el estómago me estaba matando.

Desde el lunes a medio día que la había visto por primera vez en mucho tiempo; supe que las cosas no serían igual.

Estaba evidentemente pérdida. Sus ojos solo los iba a hacer brillar Matthew, y la idea de que él la hubiese dejado sola en el momento en que más lo necesitaba, ponía a correr ira por mis venas.

Ella era un metro sesenta y cinco aproximadamente de pura sensibilidad, cariño y terquedad. Se me ponían los pelos de punta de solo ver en lo que se había convertido.

Desde que era pequeña decía que, aunque por dentro estemos mal, por fuera siempre debemos mostrar nuestra mejor versión.

Y Dios, que versión tan buena la que tenía ahora; era esbelta, aunque no muy alta, su cabello le llegaba hasta la mitad de su espalda, y no tenía un solo tono; tenía muchos, a veces su cabello se veía rubio, otras veces era castaño claro, y de vez en cuando era oscuro. Sus rasgos eran tan finos que no parecían reales, sus labios carnosos y rosados al igual que sus mejillas. Sus ojos eran del color más puro de la miel, abrazados por las pestañas más largas y espesas que había visto.

«Se supone que es tu "hermanita". La hermana menor de tu mejor amigo está prohibida, recuérdalo Austin»

- Austin... - su voz era de evidente incomodidad y nerviosismo. – que no se te suban los humos, porque entre tu tío y yo siempre hablamos de este modo; es como una broma, mi descripción está lejos de ser real, a excepción de la parte en que estudias psicología para poder comunicarte con otros seres humanos... - mientras ella pensaba en que más decir para explicar lo que había dicho de mí, yo solo le recorría todo su rostro con la mirada. Tenerla tan cerca y no poder hacer nada... - Bueno, los dejo, creo que tienen cosas para hablar, y yo tengo cosas que hacer.

Mi mano seguía sobre su cuello, y cuando trato de alejarse, no pude evitar sujetarlo con fuerza para que no pudiera irse.

«¿Pero, ¿Qué estás haciendo, gran idiota?»

Los ojos de mi tío se posaron en mi con mucha sorpresa y confusión. Louis de seguro no tenía ni idea de que estaba haciendo y a ciencia cierta, yo tampoco sabía lo que hacía.

Últimamente no controlaba lo que hacía o decía cuando estaba con ella.

Los ojos de Madison se llenaron de incomodidad y timidez. Esta niña sabía que no estaba actuando normal, y cada vez que me acercaba a ella, como ahora, las palabras de su hermano volvían a mi mente: "Una regla. Cuatro palabras. Mi hermana es intocable."

- Lo siento, fue acto reflejo. – le dije esas palabras tratando de romper el silencio incómodo y soltándola para que se pudiera ir; pero Madison sabía jugar con fuego: sus ojos me analizaron con malicia y picardía, y me dio una sonrisa coqueta.

No me podía quedar como si nada. Entonces aproveche cuando ya se había dado la vuelta e iba varios metros lejos.

- ¡Adiós, hermanita¡- Ignoró mi comentario y siguió con su camino.

Esas palabras la jodían. No entiendo por qué, pero cada vez que le decía que ella era casi una hermana para mí, chispas de rabia brotaban de sus hermosos ojos.

- Austin, esa niña es un ángel, tiene el corazón más noble y dulce que he visto en toda mi vida; pero la lastimaron. La hirieron, le fallaron y eso la derrumbó. No sé cómo eres ahora, sobrino, pero por favor no la vayas a ilusionar, porque ella necesita un verdadero apoyo, uno incondicional.

A donde sea, pero si estás túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora