C A P I T U L O 9

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¿Quién soy yo para juzgarlos?

Madison.

Por donde lo viera, todo se salía de control.

Anoche mi abuela, padre y hermano discutieron hasta el cansancio. Cada uno quería actuar sin importarle lo que los demás pensaran o si les afectaría o no su decisión.

Ellos podían discutir cuanto quisiesen, siempre y cuando no pretendiesen pasar por encima mío; sin embargo, como entre ellos no se lograban poner de acuerdo, a mi abuela se le ocurrió la maravillosa idea de darme el poder de elegir que hacer o que no de ahora en adelante.

Eso, como era de esperarse, molestó muchísimo a Matthew pues en lo único que mi padre y abuela pudieron coincidir, era en que yo sería la responsable de tomar decisiones.

Obviamente, la noticia me abrumó. No estábamos hablando de elegir de donde iríamos de viaje, o que cenaríamos al día siguiente, tendría que decidir qué hacer con Margaret, donde viviría yo en caso tal de que la internáramos en un psiquiátrico, y qué haríamos con la casa.

Era un poco triste saber que la afectada en primera instancia de las decisiones que se tomaran iba a ser yo misma, pero al menos seria yo la que eligiera la opción que más me convendría. Al fin y al cabo, mi padre ya había dicho que se iba, mi hermano vivía en el campus y mi abuela tenía su casa, solo estaba aquí por el problema de mi... de Margaret.

Estuve casi toda la noche en vela; había estado pensado que sería lo mejor que podría hacer en esta situación, pero a ciencia cierta, no había muchas cosas buenas que pudiese obtener de todo esto. En las pocas veces en las que lograba parar de pensar y conciliaba el sueño, la imagen de Margaret invadían mi mente y como cualquier pesadilla, lograba despertarme de manera abrupta.

Había algo que tenía en mente ahora. Algo que había querido hacer desde hace varias semanas, y que probablemente, bajo otras circunstancias, jamás hubiese creído que podrían aceptar; pero, ahora yo podría pedir lo que quisiese, pues sobre todo mi padre quería compensarme de algún modo por su abandono pasado, presente y futuro.

En los pocos momentos que lograba desviar mi atención del tema, llegaban los recuerdos de Austin, y con ellos una risilla necia que delataba las ideas que se formaban en mi mente.

Me gustaba este juego. Me gustaba eso de sí, pero no. Besos a los que le restábamos importancia fingidamente. Esta relación de "casi hermanos" donde le sacábamos un poco de provecho a esa cercanía.

La verdad es que no creo haber sentido algo así por otra persona. Era extraño ese nivel de química, pero lo cierto es, que lo que más me gustaba era lo protegida que me podía llegar a sentir estando cerca suyo.

Por otro lado, ahora me encontraba de lo más disgustada por aquel desplante de anoche en su auto. Que irónico que me pida que confíe y le cuente mis cosas, si él no había podido contestar ni una sola pregunta sobre sí mismo.

Austin solo me había demostrado que no era una persona muy transparente que digamos, y de seguro tenia uno que otro secreto interesante que tal vez descubriría en el futuro.

Como sea, volviendo a lo realmente importante, esta mañana me había levantado temprano, y ahora mismo me estaba arreglando para luego salir y hacerle mi propuesta a lo que quedaba de familia.

Hoy el clima de seguro predecía el tipo de día que tendría. Estaba haciendo frio y el cielo estaba bastante gris.

Me puse unos jeans, una camisa básica blanca, mis tenis converse negros y un blazer del mismo color de los zapatos. Dejé mi cabello recogido en un moño flojo atrás, con unos mechones sueltos y me armé de toda la seguridad y confianza que pude.

A donde sea, pero si estás túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora