C A P I T U L O 27

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Familia.

Me tomé un momento para respirar, tal y como mi doctora me había enseñado.

Concéntrate para que el aire llegue a los pulmones. Inhalar, exhalar. Uno, dos. Uno, dos.

Mi abuela, Matthew y Margaret están frente a nosotros, como si nada.

Incluso pude percibir un atisbo de ilusión en el rostro de Margaret, mientras que mi hermano estaba algo receloso.

¡¿Por qué mierdas todos entran a mi departamento sin avisar?!

Dios mío, dame paciencia, señor de los cielos, ayúdame, porque estoy a nada de matar a alguien.

Antes de que saliera algo de mi boca, la persona que estaba delante de mí, manteniéndome tras su espalda – porque, aunque no sé ni en qué momento, nos habíamos puesto de pie -, habló.

- ¿Qué hacen aquí? – la amargura a causa del desagrado que generaban ellos en él fue notoria, y reflejó exactamente lo que yo sentía.

Pero... ¿Por qué mi abuela estaría con ellos?

- No vinimos por ti, Austin. – le contestó Matt, como si intentase no golpearlo ahí mismo.

Hasta ese momento Margaret pareció notar la presencia de Austin realmente, y su semblante cambió a uno más rígido, viéndolo con asco.

¿Por qué estaba fuera del psiquiátrico? ¿Por qué tenía que venir? ¿Cómo llegaron hasta aquí?

Unos pasos que se acercaban inundaron el ambiente.

- Hija, tu hermano debe de estar por llegar, llamé para que lo dejaran subir... - de repente mi padre se cortó a sí mismo, cuando sus ojos chocaron con la escena - ¿Q-qué hacen aquí? ¿Por qué está ella aquí, Matthew?

Luego de las preguntas de mi padre fui consciente de que ni él sabía que Margaret había sido dada de alta, ni sabía lo que había pasado entre mi hermano y yo.

- Vengo a ver a mi hija, Aron. El divorcio es tuyo, pero ella no. – fue lo primero que dijo, y un escalofrío recorrió mi cuerpo al recordar la horrible noche en la que todo se salió de control.

Parecía estar mejor, pero.... Pero seguía hablando de mi como si fuese una propiedad, como si le perteneciera, y de solo pensar en la última vez en la que habló de mí de ese modo, un sabor salado se instaló en mi paladar, haciendo que surgiera esas intensas ganas de vomitar.

Me mareé un poco, pero por suerte, me sostuve del brazo de Austin, quien estaba tenso por la situación.

- ¡Nuestra hija no es una jodida pertenencia, Margaret! - vociferó papá.

- ¡¿Quién lo dice?! Deja de apropiarte de todo lo que me corresponde, Aron. No me la quites como me quistaste mi libertad.

La expresión de mi hermano cambió un poco, al encogerse con las palabras de la persona que un día fue la mejor mamá del mundo, pero, aunque sé que sus palabras le dolieron, no se quitó de su lado.

- Maggie... - intervino mi abuela con un tono de advertencia, mientras la tomaba por el brazo.

- Yo no te quité nada. ¡¿Ya lo olvidaste?! Tú fuiste quien insinuó lo del matrimonio. Tú fuiste la que quería asegurarle el futuro a un niño que no era mío. ¡Me usaste como plan B! Tú fuiste quien me engañó y renunció a una buena realidad, por vivir una puta fantasía en la que el amor de tu juventud llegaría a rescatarte. – escupió furioso – Y nunca lo vi. Nunca. ¡Viví esa maldita mentira por más de quince años, porque te amaba! Crie a un niño que pensé que era mío, y aunque ahora sé que no es así, no puedo dejar de quererlo, porque para mí, es mi hijo, y ¿todavía no vez quien es el que está mal de los dos?

A donde sea, pero si estás túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora