C A P I T U L O 18

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Gatitos bebés.

Madison

Mandé todo al carajo.

Lo hice, no estuvo bien, pero no podía más. Eso me estaba afectando. No sentía que le estuviese dando lo suficiente, me costaba muchísimo demostrar lo que sentía, pero cuando intentaba conocerlo, evadía la conversación.

Sentía que él me daba mucho, pero yo no le devolvía nada, y era extraño como él nunca parecía necesitar más de mí.

También era muy injusto. Yo le había dicho mis miedos. Le dije mis temores, hice lo que él me pidió. Me abrí con él en todos los sentidos, pero cuando le pedí que hiciera lo mismo, prefirió irse.

Y sí. Mis sentimientos de una extraña manera se habían desarrollado hacía él, pero era injusto, y no quería una carga más.

Lindo día el que tuve.

Ya no quiero helado. Lo quiero a él. Pero no quiero la incertidumbre que me genera saber que él no quiere que lo conozca realmente.

"Yo no me voy a ir Maddi. Yo voy a estar para ti siempre. No importa cuando, no importa donde... Yo no voy a huir, te lo prometo." - recordé lo que me dijo.

No lo cumplió.

Prefirió irse, alejarse, antes que abrirse conmigo.

Lo quiero de vuelta.

Pero no. No puedo.

Pero igual si lo quieres.

Sí, eso.

Intenté quedarme dormida, pero no pude. Me quedé mirando el techo pensando en todas las cosas que pudimos haber hecho.

Maldito insomnio.

¿Por qué tenemos que imaginarnos escenas cursis con personas que no podemos tener?

¿Por qué tuvo que ser así?

Él dijo que no lo haría, y confié en que así sería.

Me levanté y llamé a recepción.

- Buenas noches, señorita. ¿En qué puedo servirle? – preguntó el hombre a cargo.

- Buenas noches. Es que me gustaría saber si el chico que subió hace un rato ya salió del estacionamiento...

Eran más de las once de la noche, pero estaba llamando a preguntar si estaba ahí. Que patética.

- ¿El joven Madox?

- Sí, señor.

- No, señorita. Él salió justo después de bajar. – dijo tranquilo.

- Vale, muchas gracias.

- Un placer. Para servirle.

Colgué.

¿Qué esperaba? ¿Qué estuviera llorando en el lobby, o qué?

Que estúpida.

Obviamente se fue.

¿Ahora qué? ¿Qué seguía?

No tenía ganas de llorar, tenía mucha rabia.

¿Por qué no se quedó? ¿Por qué no lo intentó? ¿Tan fácil era irse?

Es que no. Yo sé. No lo conozco como me gustaría, pero él no me haría eso. Él lo dijo.

¿Y si fue culpa mía?

A donde sea, pero si estás túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora