C A P I T U L O 12

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¿Qué quieres?

Mis piernas empezaron a temblar tan pronto sentí su tacto y su cercanía.

- Yo... No sé... - no sabía que decir, todo lo que había dicho era muy lindo, pero me tomaba por sorpresa y me sorprendía. Mi corazón se estaba hinchando a medida que procesaba lo que había dicho.

¿Qué se supone que debía decir en esta situación?

¿Qué era lo que él sentía entonces?

Por lo que había dicho, parecía estar pasándolo mal...

Pero, ¿Cómo es que quería estar conmigo, si yo soy un desastre?

¿De dónde habían salido todas esas cosas que había dicho?

¿En serio creía y pensaba todo eso?

- No puedo pretender que confíes en mi de la noche a la mañana, pero si me dejas, podemos...

- Shhh. No quiero pensar, Austin; y ahora no creo que necesite hacerlo... - abracé su torso y el respondió con ternura a mi abrazo.

Realmente no quería seguir matándome la cabeza y dejando que mi conciencia dudara de todo. Fuese o no cierto, el sopesar que alguien sintiera todo eso por mi, me hacia sentir bien.

Son de esas mentiras, que aunque sepas que son mentiras, quieres creer que cabe la posibilidad de que no lo sean.

Parecía querer estar conmigo, en serio, y sería la mayor mentirosa del mundo si digiera que yo no quería lo mismo, quería estar con él.

Así fuese solo ahora. 

Y es que me sentía en un mundo paralelo, en una realidad alterna.

Nos separamos y me limpió una lagrimita que apenas empezaba a caer.

- ¿Seguimos viendo Crepúsculo? – preguntó regalándome una dulce sonrisa.

Asentí y me ambos nos metimos a la cama. Nos acabamos las gomitas, las papas y Luna Nueva. Habíamos estado sentados en la cama, recostados contra la pared, viendo el televisor que estaba justo en frente, pero el sueño se empezó a apoderar de mí.

Sin darme cuenta, estaba recostada sobre su hombro, quedándome casi dormida.

- Vamos a dormir, Maddy... - dijo en susurros mientras me acomodaba sobre una almohada.

Luego se levantó y recogió los restos de paquetes que había sobre la cama y sentí como se acostó junto a mí.

No abrí los ojos, pero si sentí cada movimiento que hizo.

Con sus manos empezó a poner todo mi cabello hacia atrás y despejarme el rostro, justo antes de empezar a trazar la forma de este con sus dedos.

Era como si cada vez que me tocaba, todas las células de mi cuerpo necesitaran más y más de él. Incluso con los ojos cerrados mi mente proyectaba esa mirada que me estaba volviendo loca. Esos ojos color miel.

Me sentía cómoda, tranquila y plena cuando sus manos me acariciaban, lo quería ahí, quería sentirlo ahí todo el tiempo, y es que ahora que lo notaba, el generaba exactamente lo mismo en mí.

Me acerqué más a su torso y puse mi cabeza sobre su pecho, rodeándolo con mi brazo derecho. Escuché como los latidos de su corazón se aceleraron levemente, pero su cuerpo respondió a mi acto y me aprisionó junto a él.

Su respiración se fue acompasando con la mía, por lo que yo también empecé a quedarme dormida con los mimos que hacía en mi cabello.

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A donde sea, pero si estás túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora