C A P I T U L O 21

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Solo respirar.

- ¿Entonces? – preguntó mientras me subía a su auto.

- Horrible. Necesito un milagro, o sea, sacar buena nota en la recuperación.

Salimos del estacionamiento del instituto, y nos dirigimos a visitar a Louis.

En un abrir y cerrar de ojos, ya era viernes de nuevo, y estaba intentando preparar la comida, mientras escuchábamos música.

Durante toda la semana ambos estuvimos muy ocupados. De hecho, a veces, luego de salir del instituto, le traía algo para comer, porque en muchas ocasiones no tenía tiempo para cocinar, o simplemente olvidaba pedir algo. También visitamos a Lou casi a diario, y fuimos con él a una reserva natural cerca del centro de cuidados. Le encantó poder salir de ese lugar por unas horas, pero su salud decaía al no tener cerca los medicamentos que se le habían estado suministrando por vía intravenosa.

En el tiempo que habíamos estado compartiendo, había notado varias cosas de la personalidad de aquel ser humano cuyos ojos me derretían. Por ejemplo, aunque amaba su carrera, le estresaba de sobre manera estudiar el pensamiento de algunos filósofos, y detestaba hacer ensayos o resúmenes. Tampoco le gustaba mezclar la comida salada con la dulce. Me había explicado lo de su "sanción indefinida" del equipo de baloncesto de Berkeley, y aunque decía que le daba igual, veía como revisaba los resultados de cada partido y la tablilla de posiciones.

También me contó que él había usado un dinero que le habían dado sus abuelos para comprar un departamento que luego rentó. Con el dinero de esa renta compró otro y así sucesivamente había logrado tener cuatro departamentos, lo que hizo que se pudiera independizar de sus padres.

Su familia era un tema del que aún no estaba seguro de cómo tratar, cosa que respeté, no sin antes hacerle saber que independientemente de lo que sucediera, no lo juzgaría, sino que lo apoyaría como él lo había hecho conmigo.

La cocina no se me daba muy bien, pero intentaba hacer lo mejor que podía, mientras Austin estaba terminando unas diapositivas para la exposición que tenía que presentar la próxima semana.

- Maddy, no sé cómo editar esto... - dijo irritado.

Llevaba horas intentando terminar ese proyecto, pero era muy perfeccionista, lo que hacía que ningún detalle podía ser pasado por alto.

Me sequé las manos, dejando en el fuego los trozos de carne y vegetales que estaba salteando en el wok.

Él estaba sentado frente a la cocina, en una enorme isla de mármol blanco, que tenía sillas altas con pequeños espaldares de manera, siguiendo el estilo rustico, pero moderno y hogareño de la casa.

Intentaba recortar una imagen sacada de internet, pero luego de ser recortada, los cambios no se guardaban en la diapositiva.

- Mmmm. Creo que es mejor si la recortamos en Word y luego la pegas aquí. – le expliqué.

Tuve toda la intención de mover su laptop para que me quedara más fácil ayudarlo, pero se quedó en eso: en la intención.

Tan pronto él vio lo que pensaba hacer, estiró sus brazos y poniendo sus manos en mi cintura, me levantó para sentarme sobre sus piernas, dejándome frente al computador, con mi trasero sobre su regazo y dándole la espalda a su rostro, lo que me impidió ver directamente la sonrisa de satisfacción que de seguro tenía.

Procuré actuar como si la cabeza, el estómago y el corazón no me hubieran dado un vuelco.

Sus brazos se metieron bajo la fina tela de una de sus camisetas y se cerraron en torno a mi cintura, abrazándome y dejando dulcemente su frente sobre mi espalda, haciendo que sintiera lo cansado que estaba.

A donde sea, pero si estás túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora