C A P I T U L O 6

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Mientras la calma nos dure.

Austin

Estábamos llegando. El camino había sido muy agradable, no había casi autos y la playa se veía sola.

Aparcamos en uno de los espacios más cercanos a la arena. Y nos bajamos del vehículo.

- ¿Cuál es el pasó a seguir? – pregunté.

Ella solo se acercó a la parte trasera del auto donde estaba la maleta que había traído.

Sacó una pantaloneta y una camiseta blanca.

- Ten, ponte esto. – dijo mientras me pasaba las prendas.

- ¿De quién es esto, Maddy? – mencioné mientras tomaba la ropa y observaba que las tallas eran muy similares a las mías.

- Yo te dije que había pensado en todo. Mi hermano no se llevó toda su ropa, y tomé algunas cosas prestadas. Cámbiate y te espero en la arena.

Sin más, tomó una toalla, unas sandalias y mis gafas.

- Madison, esas gafas son mías. – dije al notar que se iba sin decir nada al respecto.

- Lo eran. Creo que tienes buen gusto... ¡Nos vemos, pequeño! – gritó a lo lejos entre risas.

Luego de haberme cambiado, me acerque al lugar donde estaba sentada.

El viento ondeaba su cabello mientras ella observaba fijamente el agua con mis gafas puestas.

Ya no tenía su vestido verde puesto, estaba en un traje de baño negro de dos piezas cuyo borde era de un verde limón que, hacia contraste con el color de su piel y aunque no estaba bronceada, se veía dorada con el sol reflejado en ella.

Cuando me vio, tomo un pequeño gorrito amarillo que había sacado de no sé dónde y se lo puso mientras se levantaba aparentemente emocionada, aunque no podía ver sus ojos para que estos me lo confirmaran.

Cuando se levantó por completo y la tuve frente a mí, volví a sentir que miles de ideas me avasallaban y dejaban en el borde de un abismo.

Era increíblemente sexy e inocente a la vez, si es que eso pudiese ser posible.

- Esas gafas son mías... - aseguré en un tono juguetón a la vez que quitaba mis lentes de su angelical rostro.

Cuando sus ojos se centraron en los míos, sentí el impulso de hacer eso que había hecho la noche anterior, eso que no debía, pero quería; y lo peor es que sus ojos me incitaban a darle rienda suelta a lo que pensaba.

Instintivamente di un paso hacia ella, dejándola tan cerca que nuestras respiraciones se empezaban a mezclar.

Mis manos se posicionaron sobre sus brazos que caían a los costados de su delicado y fino cuerpo, produciendo que se estremeciera bajo mi tacto.

- Austin... - trató de decir una oración, pero su voz temblorosa no la dejó seguir.

Estaba expectante, ella quería eso que yo también había estado anhelando desde anoche mismo.

Sentía que éramos dos piezas de un rompecabezas que encajarían perfectamente en el momento en el que decidieran juntarse.

Pero no iba a hacer esto más confuso para ella, o para mí.

Antes de que se derritiera por mis roces en su piel, la tomé en unos breves segundos dejándola sobre mi hombro derecho, cargándola como hace un par de noches, cuando la saqué de ese grupo de mala muerte.

Empecé a correr hacia el mar, a la vez que ella empezaba a palmear mi espalda tratando de que la soltara.

- Bájame, Austin, tengo frio... - dijo mientras se partía de la risa.

A donde sea, pero si estás túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora