Cuarenta y ocho

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***BANNER PENDIENTE*** 

SUEÑOS QUE VIENEN Y VAN


Estaba sentado en el auto de mi madre. Ella manejaba a un costado de mí mientras yo mantenía los brazos cruzados mirando al frente de la carretera, sentí mi enojo borboteando en mi cuerpo, oprimiendo mi corazón, enrojeciendo mi cara. Las ventanas del carro estaban abajo, el viento se estrellaba contra mi rostro trayéndome el aroma de la carretera, manzanilla, tierra y flores.

—Amor —susurró mi mamá con suavidad—, ¿me pasas una botella de jugo? Me estoy muriendo de sed.

Rodé los ojos mientras me agachaba, pues las botellas se encontraban en una bolsa justo en mis pies. Sin embargo, antes de que mi mano llegue a ella, me detuve. Estaba pasando de nuevo, mis sueños siempre empezaban así, tanto que ya aprendí a reconocerlos. Supe dónde me encontraba. Supe lo que estaba a punto de suceder.

—¿Mamá? —susurré mientras me volvía a alzar para mirarle al rostro—. ¡Tenemos que detenernos! ¡Vamos a chocar! ¡Mamá!

Entonces miré al frente, un camión estaba viniendo a nosotros. Esta carretera es de ambos sentidos, el lado derecho va en una dirección y el izquierdo va de regreso al pueblo. Sin embargo, este camión estaba sobre nuestro carril, viniendo a toda velocidad hacia nosotros.

Mamá no me hizo caso, estaba mirando al frente con los ojos completamente abiertos. Era como si mamá fuera a cámara lenta, sus movimientos eran erráticos, lentos, pausados. Me dio el tiempo suficiente de mirar al frente. El camión también venía en cámara lenta hacia nosotros y pude apreciar a ver quién era el conductor.

Era Conrad.

—¡HARRY, NO! —gritó mamá justo cuando ella giró el volante con fuerza hacia la derecha. El impacto lo recibió el costado izquierdo del carro, justo donde mi mamá se encontraba pues había logrado girar lo suficiente como para evitar chocar de frente.

Antes de que las violentas sacudidas se volvieran letales, mis ojos se abrieron de golpe.

Estaba llorando y gimoteando como un niño pequeño. Mi vista estaba completamente borrosa, no pude ver dónde me encontraba. Me sacudí un poco, pues sentía que algo me estaba sujetando las muñecas. Luego unas manos se cernieron en mí, unas manos heladas, y comencé a gritar lleno de pavor.

—Tranquilo, tranquilo... —decía una desesperada voz masculina—. Por favor, Harry... ¡Alex! ¡ALEX! ¡HA DESPERTADO YA! ¡Harry! Estás bien, mi amor. Estás a salvo.

Poco a poco mi vista se fue acostumbrando a la nula iluminación de la habitación donde me encontraba. Logré enfocar nítidamente a papá, parado junto a mí, sujetándome con suavidad una mano mientras que, con la otra, acariciaba mi cabello.

—Mamá me salvó —susurré entrecortadamente, mi voz se escuchaba extraña, ahogada, entrecortada, mi garganta dolía cada vez que yo decía una palabra—. Ella giró el auto para que el camión chocara de su lado y no del mío.

—Calma, hijo, tranquilo —exclamó papá con voz débil.

—Yo no lo vi en ese momento, porque me había agachado para agarrar un jugo que ella me había pedido —seguí relatando, los recuerdos del sueño estaban llegando a mi cabeza con fuerza, pero no escuchaba mi voz. Me desesperé pensando que, quizás, mi padre no entendía nada de lo que yo decía, lo veía en su rostro. Mi padre repetía una y otra vez que me relajara, pero lo ignoro, quiero que me escuche—. Pero hoy lo vi. Mamá me salvó.

¿Por qué mi voz sonaba así?

Logré ver a papá con más nitidez, estaba llorando, sus ojos completamente rojos, con ojeras terriblemente marcadas, con el miedo dibujado meticulosamente en el rostro.

Besos Color Púrpura (En proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora